52º CARTA
Agosto de 2011
Muy señor mío:
Por la presente pongo en su conocimiento
que doy por concluida nuestra larga relación epistolar, ya que según mi
oncóloga he dejado de ser cancerosa.
Por lo tanto, y puesto que se ha cumplido
totalmente el objetivo de estas misivas, de ahora en adelante volveré a
comunicarme con usted por los procedimientos normales propios del siglo XXI, a
saber: teléfonos móvil e inmóvil, S.M.S. y correo electrónico.
Esperado sus gratas nuevas, queda de
usted afectísima, s.s.s.
---------------
¡Ahí queda eso! ¡Misión cumplida! Ríete
todo lo que quieras al leer esto, me da igual porque yo me siento la mar de
orgullosa de mí misma: he cumplido a rajatabla lo que pactamos hace YA casi
diez meses, en Octubre del año pasado para ser exactos. Durante este tiempo he
ido contándote fielmente todo lo que me ha ocurrido, lo que pensaba y sentía,
lo que he hecho y me han hecho (me refiero a los tratamiento…) y he procurado
trasmitirte todo eso con sinceridad pero sin demasiado dramatismo, espero.
Ya me dirás si he logrado mantenerte
informado pero no preocupado y si he conseguido que supieras como me encontraba
realmente sin entristecerte. Es más, espero que incluso te hayas divertido
leyendo alguna de las cosas cómicas y chocantes que me han pasado durante estos
nueve meses.
Y como despedida voy a contarte una
última batallita cancerosa: acabo de leer un libro que parecía escrito para mí,
me he visto reflejada en cada una de sus páginas. Se titula “Sonríe o muere” y
lo ha escrito la ensayista Bárbara Ehrenreich, que tuvo un cáncer de mama y se
vio metida en esa absurda corriente “cultural” (será un decir) de la autoayuda
y del pensamiento positivo que se ha puesto de moda recientemente y que a mí,
como a la escritora, me ataca directamente al hígado.
Figúrate que esa pobre mujer tuvo que
escuchar a todas horas que el cáncer se supera con la actitud positiva, que
tenía que considerar la enfermedad como “una bendición y una oportunidad para
que revisara sus valores y cambiara de vida”, así, literalmente. Y encima tuvo
que aguantar mensajes culpabilizadores, insinuándole casi había atraído sobre
ella la enfermedad “porque con nuestra actitud somos responsables de lo que nos
trae el destino” ¿Qué te parece?
Pues espera, que hay más: una tal Rhonda
Byrne, una especie de iluminada, afirma en su libro “El secreto” que hay una
ley de la atracción según la cual el mundo te devuelve lo que tú proyectas
sobre él, que los pensamientos se materializan y que hay que visualizar lo que
deseamos para que se convierta en realidad. O sea, que los pensamientos son
como imanes y los positivos atraen la dicha, la salud y la buena suerte,
mientras que los negativos provocan los fracasos, las desgracias y las
enfermedades.
En resumen, que todo dependo de nosotros
y que si nos va mal es por nuestra culpa, porque somos negativos y nos
saboteamos a nosotros mismos.
¿Cómo lo
ves?
Yo me he quedado con ganas de pegarle un
tiro a esta idiota, te lo juro.
Hablando en serio, yo opino con absoluta
convicción que el bueno humor y el optimismo no curan ni los catarros, pero sí
que tienen dos efectos positivos que he podido comprobar en mis propias carnes:
si estás animada y tienes la moral alta soportas mejor la enfermedad, y además
no te conviertes en un absoluto latazo para los que te rodean, cosa muy
importante porque todos huimos de los depresivos y de los plañideros. Pero
tengo clarísimo que si me curo será por la medicación y los tratamientos de
quimio y radio, no por mi “actitud positiva”.
Hijo, qué cosas me vienen a la cabeza de
repente. Mientras te escribía todo este he recordado con absoluta claridad que
cuando yo tenía once o doce años alguien me regaló una colección de libros juveniles
cuya protagonista era una adolescente norteamericana verdaderamente nauseabunda
llamada “Pollyanna”, que debía ser la precursora del pensamiento positivo de
marras.
Resulta que la tal Pollyanna y su
encantadora familia se dedicaban durante las cenas a lo que ellos llamaban “El
juego”, así, con mayúsculas, y que consistía en contar todo lo malo que les
había ocurrido durante el día y darle la vuelta, convirtiendo la desgracia en
algo estupendo y maravilloso.
Por
ejemplo, si a la abnegada madre se le quemaba la cena (siempre por un buen
motivo, of course, no por haberse pegado media hora al teléfono chismorreando
con una vecina) todos se alegraban muchísimo porque gracias a eso cenaban
sándwiches y podían imaginarse que estaban de pic-nic en el campo, una cosa
superguay ¿lo pillas?
Bien, pues ahora me voy a poner cursi y
emotiva, voy a caer de cabeza en el sentimentalismo más abyecto y a decirte de
todo corazón GRACIAS, miles de gracias por todo.
Y no me
contestes que por nada, que no las mereces, ni me vengas con alguna de esas
expresiones de cortesía que nos enseñaron de críos porque sabes muy bien ( y si
no lo sabes te vas a enterar ahora mismo) que durante estos meses has sido para
mí un apoyo enorme, que tus llamadas me animaban siempre y tus comentarios
sobre mis cartas me hacían reír incluso en momentos muy fastidiados, por no
decir algo peor.
Has entendido perfectamente mis estados
de ánimo y has sabido cuando convenía callar y escuchar con paciencia, has sido
capaz de desdramatizar la situación sin quitarle su importancia y ¿milagro! No
has hecho ni un solo comentario inoportuno o patoso.
Por todo esto y por más cosas que me
dejo, seguro te doy unas merecidísimas GRACIAS, pero aún a riesgo de que me
taches de ingrata te voy a decir que espero no volver a agradecerte NUNCA MÁS
EN MI VIDA un apoyo de esta clase. Captas la intención ¿verdad?
Me despido ya, esta es la última y
larguíííísima carta de tu excancerosa amiga.
Aquí termina nuestra apasionada e intensa
relación epistolar, pero sólo la epistolar porque espero tu próxima llamada con
las mismas ganas de siempre, que son muchas.
¡Hasta
pronto!
Te mando todo mi cariño y un gran, gran
abrazo
P.D.:
¡Qué barbaridad! Acabo de contar las cartas y me salen cincuenta y dos. Si las
pongo todas juntas y ordenadas resulta que sin pretenderlo he escrito casi una
novela. Y como he tenido un hijo y he plantado varios árboles estoy realizada
por completo, ya me puedo morir tranquila…. ¡Es un decir!
P.P.D.:
Te escribo ya desde la playa. Estoy en la terraza, hace un día precioso y
parece que la vida vuelve a sonreírme tímidamente. Muchos besos.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario