28 de enero de 2018

52º  CARTA
Agosto de 2011

       Muy señor mío:
      
       Por la presente pongo en su conocimiento que doy por concluida nuestra larga relación epistolar, ya que según mi oncóloga he dejado de ser cancerosa.
       Por lo tanto, y puesto que se ha cumplido totalmente el objetivo de estas misivas, de ahora en adelante volveré a comunicarme con usted por los procedimientos normales propios del siglo XXI, a saber: teléfonos móvil e inmóvil, S.M.S. y correo electrónico.

       Esperado sus gratas nuevas, queda de usted afectísima, s.s.s.

---------------

       ¡Ahí queda eso! ¡Misión cumplida! Ríete todo lo que quieras al leer esto, me da igual porque yo me siento la mar de orgullosa de mí misma: he cumplido a rajatabla lo que pactamos hace YA casi diez meses, en Octubre del año pasado para ser exactos. Durante este tiempo he ido contándote fielmente todo lo que me ha ocurrido, lo que pensaba y sentía, lo que he hecho y me han hecho (me refiero a los tratamiento…) y he procurado trasmitirte todo eso con sinceridad pero sin demasiado dramatismo, espero.
       Ya me dirás si he logrado mantenerte informado pero no preocupado y si he conseguido que supieras como me encontraba realmente sin entristecerte. Es más, espero que incluso te hayas divertido leyendo alguna de las cosas cómicas y chocantes que me han pasado durante estos nueve meses.

       Y como despedida voy a contarte una última batallita cancerosa: acabo de leer un libro que parecía escrito para mí, me he visto reflejada en cada una de sus páginas. Se titula “Sonríe o muere” y lo ha escrito la ensayista Bárbara Ehrenreich, que tuvo un cáncer de mama y se vio metida en esa absurda corriente “cultural” (será un decir) de la autoayuda y del pensamiento positivo que se ha puesto de moda recientemente y que a mí, como a la escritora, me ataca directamente al hígado.

       Figúrate que esa pobre mujer tuvo que escuchar a todas horas que el cáncer se supera con la actitud positiva, que tenía que considerar la enfermedad como “una bendición y una oportunidad para que revisara sus valores y cambiara de vida”, así, literalmente. Y encima tuvo que aguantar mensajes culpabilizadores, insinuándole casi había atraído sobre ella la enfermedad “porque con nuestra actitud somos responsables de lo que nos trae el destino” ¿Qué te parece?
       Pues espera, que hay más: una tal Rhonda Byrne, una especie de iluminada, afirma en su libro “El secreto” que hay una ley de la atracción según la cual el mundo te devuelve lo que tú proyectas sobre él, que los pensamientos se materializan y que hay que visualizar lo que deseamos para que se convierta en realidad. O sea, que los pensamientos son como imanes y los positivos atraen la dicha, la salud y la buena suerte, mientras que los negativos provocan los fracasos, las desgracias y las enfermedades.

       En resumen, que todo dependo de nosotros y que si nos va mal es por nuestra culpa, porque somos negativos y nos saboteamos a nosotros mismos.
¿Cómo lo ves?
       Yo me he quedado con ganas de pegarle un tiro a esta idiota, te lo juro.
      
       Hablando en serio, yo opino con absoluta convicción que el bueno humor y el optimismo no curan ni los catarros, pero sí que tienen dos efectos positivos que he podido comprobar en mis propias carnes: si estás animada y tienes la moral alta soportas mejor la enfermedad, y además no te conviertes en un absoluto latazo para los que te rodean, cosa muy importante porque todos huimos de los depresivos y de los plañideros. Pero tengo clarísimo que si me curo será por la medicación y los tratamientos de quimio y radio, no por mi “actitud positiva”.
       Hijo, qué cosas me vienen a la cabeza de repente. Mientras te escribía todo este he recordado con absoluta claridad que cuando yo tenía once o doce años alguien me regaló una colección de libros juveniles cuya protagonista era una adolescente norteamericana verdaderamente nauseabunda llamada “Pollyanna”, que debía ser la precursora del pensamiento positivo de marras.
       Resulta que la tal Pollyanna y su encantadora familia se dedicaban durante las cenas a lo que ellos llamaban “El juego”, así, con mayúsculas, y que consistía en contar todo lo malo que les había ocurrido durante el día y darle la vuelta, convirtiendo la desgracia en algo estupendo y maravilloso.
Por ejemplo, si a la abnegada madre se le quemaba la cena (siempre por un buen motivo, of course, no por haberse pegado media hora al teléfono chismorreando con una vecina) todos se alegraban muchísimo porque gracias a eso cenaban sándwiches y podían imaginarse que estaban de pic-nic en el campo, una cosa superguay ¿lo pillas?

       Bien, pues ahora me voy a poner cursi y emotiva, voy a caer de cabeza en el sentimentalismo más abyecto y a decirte de todo corazón GRACIAS, miles de gracias por todo.
Y no me contestes que por nada, que no las mereces, ni me vengas con alguna de esas expresiones de cortesía que nos enseñaron de críos porque sabes muy bien ( y si no lo sabes te vas a enterar ahora mismo) que durante estos meses has sido para mí un apoyo enorme, que tus llamadas me animaban siempre y tus comentarios sobre mis cartas me hacían reír incluso en momentos muy fastidiados, por no decir algo peor.

       Has entendido perfectamente mis estados de ánimo y has sabido cuando convenía callar y escuchar con paciencia, has sido capaz de desdramatizar la situación sin quitarle su importancia y ¿milagro! No has hecho ni un solo comentario inoportuno o patoso.
      
       Por todo esto y por más cosas que me dejo, seguro te doy unas merecidísimas GRACIAS, pero aún a riesgo de que me taches de ingrata te voy a decir que espero no volver a agradecerte NUNCA MÁS EN MI VIDA un apoyo de esta clase. Captas la intención ¿verdad?

       Me despido ya, esta es la última y larguíííísima carta de tu excancerosa amiga.

       Aquí termina nuestra apasionada e intensa relación epistolar, pero sólo la epistolar porque espero tu próxima llamada con las mismas ganas de siempre, que son muchas.
¡Hasta pronto!

       Te mando todo mi cariño y un gran, gran abrazo



P.D.: ¡Qué barbaridad! Acabo de contar las cartas y me salen cincuenta y dos. Si las pongo todas juntas y ordenadas resulta que sin pretenderlo he escrito casi una novela. Y como he tenido un hijo y he plantado varios árboles estoy realizada por completo, ya me puedo morir tranquila…. ¡Es un decir!

P.P.D.: Te escribo ya desde la playa. Estoy en la terraza, hace un día precioso y parece que la vida vuelve a sonreírme tímidamente. Muchos besos.



FIN


No hay comentarios:

Publicar un comentario