41º CARTA
Mayo de 2011
Querido Pablo:
Aquí me tienes tan a gustito, con la
ventana abierta de par en par y el sol entrando hasta el pasillo ¡aleluya!
Estoy escuchando unas cassettes prehistóricas que encontré hace unos días
arrinconadas en un baúl y cuando te diga los títulos de algunas canciones vas a
soltar unos lagrimones como puños de nostalgia: “Et maintenant” de Becaud, “Ma
vie” de Aznavour (era larguísima ¿recuerdas?, y como te tocara bailarlar con
algún pelmazo se hacía eterna), “La nuit” y “Mis manos en tu cintura” de Adamo
y como remate final, “Mediterráneo” de Serrat, que a mí me volvía loca, ¿te
acuerdas?.
Por si no lo sabías, un amigo
francés me dijo que la traducción correcta de la canción de Adamo era “Mis
manos en tus caderas”; supongo que la censura de la época intervendría,
considerando que las caderas están peligrosamente cerca de las nalgas…
Lo que son las modas, las canciones de
nuestra adolescencia y juventud eran en francés o en italiano, yo creo que
hasta la llegada de los Beatles y de los Rollings no empezamos a oir cantar en
inglés. Qué antiguo suena todo esto, por Dios…
Bueno, regreso al siglo veintiuno. Además
de oir canciones antediluvianas sigo dedicada a diversas terapias
ocupacionales, algunas gratas y otras un poco deprimentes, como la de hace unos
días. Ya te conté que, animada por el buen tiempo, me había lanzado a comprar
bañadores ortopédicos ¿no?. Pues días más tarde emprendí la tarea contraria, o
sea, deshacerme de los bañadores normales que ya no puedo usar, entendiendo por
bañadores “normales” los diseñados para dos tetas, naturales o siliconadas.
Me puse a la tarea muy decidida y
cuando tuve en la mano los bañadores en cuestión los vi tan nuevos y tan
bonitos que fui incapaz de tirarlos a la basura y se los he regalado a una de
mis primas; serán manías propias de señora mayor, pero me cuesta muchísimo
tirar cualquier cosa en buen estado, ya sea comida, ropa, libros viejos…
Siempre intento reciclarlos de alguna manera.
El caso es que este asunto de los
bañadores me hizo recordad una anécdota bastante chusca y te la voy a contar
para que te rías un rato a costa de mi hermana y de mí, que somos las
protagonistas.
Fue hace dos o tres veranos, cuando
estábamos pasando unos días en Segur de Calafell. Volvíamos de la playa a la
hora de comer y al llegar a casa yo me quedé en las duchas comunitarias del
patio y mi hermana subió para acicalarse en casa. Estaba yo todavía abajo,
acabando de secarme, cuando vi a mi hermana asomarse a la terraza para tender
su bañador. Lo sacudió enérgicamente y entonces vimos, petrificadas ambas de
horror, cómo salía disparada su prótesis, daba un par de volteretas en el aire
y caía en el jardín de los vecinos del bajo. ¡Se había olvidado de sacarla
cuando aclaró el bañador!
Subí corriendo a casa y encontré a mi
hermana histérica perdida, se negaba en redondo a bajar ella sola a reclamar la
prótesis volandera y yo me ahogaba de risa imaginándome la escenita. Por fin conseguimos
calmarnos un poco y bajamos las dos, pero no había nadie en la casa, así que
estuvimos el resto de la tarde asomándonos a la terraza cada media hora para
ver si llegaban los vecinos, un matrimonio mayor y muy estirado de Barcelona.
Calcula nuestro horror cuando a eso de las nueve de la noche vimos aparecer al
nieto veinteañero de los vecinos, acompañado de dos o tres amigotes. Mi hermana
se negó categóricamente a pedirles a ellos la dichosa teta, y a mí me daban
escalofríos imaginando que salieran al jardín y se la encontrasen por el césped
o floreciendo en una maceta ¿te imaginas la escena? Vamos, digna de una
película de Almodóvar o peor aún, de Santiago Segura.
Afortunadamente, los chicos no hicieron
más que dejar el equipaje y se largaron en coche, seguramente a Calafell o a
Sitges a correrse alguna juerga, así que esperamos un ratito por precaución y
bajamos armados con linternas a invadirles la propiedad.
Nos
colamos en el jardín saltando la verja con la agilidad de dos morsas y sólo nos
faltaban los chandals oscuros y los pasamontañas para tener toda la pinta de
unos cacos profesionales; recorrimos el jardín a cuatro patas durante un rato
que nos pareció eterno, pendientes de todos los ruidos y rezando para que no
nos viera algún vecino y llamara a los Mossos d’Escuadra, hasta que localizamos
la prótesis en medio de un macetón de geranios y pudimos largarnos de allí a
toda prisa. Menos mal que tuvimos la suerte de no toparnos con nadie, y también
de que la prótesis fuera a parar a los geranios y no sobre unos cactus
terroríficos que había a medio metro escaso.
No te veo, pero sé que te estás riendo de
nuestras peripecias. No me importa, te le he contado para eso y para que veas
que estoy animada y de buen humor. Es que si todo va bien el próximo martes me
pondrán el último gotero. ¡EL ULTIMO! ¡Estoy contentísima!
Ya te diré como me ha ido la sesión, pero
vaya como vaya me dará igual. ¿Te lo puedes creer? ¡¡He terminado el
tratamiento de quimioterapia!!
¡Besos y abrazos!
Tuya
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