40º CARTA
Mayo de 2011
Querido Pablo:
¡Ay, Dios, la de cosas que he tenido que
hacer para conseguir que POR FIN me quitaran las dichosas verrugas! Qué
complicado e todo y cuántos pitos hay que tocar para que se solucionen los
temas sanitarios.
Hasta ahora no me había dado cuenta de la
cantidad de trámites y formalidades que hacen falta para cualquier cosa porque
me había limitado a pedir alguna baja por gripe o faringitis y a hacerme una
mamografía cada dos años, cosa que me podía haber ahorrado, porque para lo que
han servido…
Bueno,
te voy a contar mi pequeña odisea “verruguil”. Recordarás que la médico de
cabecera me envió a la dermatóloga y ésta al cirujano, así que acudí a la
consulta de cirugía preparada para interpretar el numerito que me había dado
tan buen resultado hasta la fecha: cara de muchísima pena, cero maquillaje,
turbante horroroso y enumeración de todos las molestias, reales pero
exageradas, que me ocasionan las verrugas. El cirujano las examinó, me dio la
razón y dijo que convenía quitarlas (¡aleluya¡) y analizarlas por si acaso,
pero añadió esta coletilla inesperada:
- Como está usted en
tratamiento avanzado de quimioterapia, necesito que le hagan una analítica,
para asegurarme de que se encuentra bien y no tendrá problemas en el postoperatorio,
por ejemplo infecciones o hemorragias. Le daremos un volante para hacer un
hemograma dentro de cuatro semanas, y cuando compruebe que los resultados son
correctos la citaremos por correo para la intervención quirúrgica.
¡Horror!
Tres o cuatro semanas para los análisis, más lo que tardaran en darme fecha
para la operación suponía más de un mes, porque estaba claro que lo mío no era
urgente. Salí de la consulta bastante fastidiada, pero cuando estaba llegando a
casa tuve una iluminación tipo San Pablo en el camino de Damasco: ¿hemograma no
es precisamente lo que me hacen antes de cada gotero? Pues me habían hecho uno
tres días antes, al ponerme la séptima dosis de quimio.
Así que giré en redondo, volví al hospital a
paso de carga y bajé a oncología; allí busqué a la enfermera que me pone casi
siempre las vías y le pregunté si podía darme una copia del último hemograma,
porque me lo pedían en otra sección del hospital, cosa que era totalmente
cierta ¿no?. Se resistió un poco y tuve que contarle toda o casi toda la
cuestión, pero al final sacó del ordenador mi historia clínica y me hizo una
copia del hemograma; con el papel en la mano volví disparada a la consulta del
cirujano y después de esperar un buen rato conseguí mi objetivo: me dijo que me
operaría la semana siguiente, en un hueco entre dos intervenciones más largas
porque lo mío era “cirugía menor”.
Yo
creo que le parecí tan pelma que decidió quitárseme de encima lo antes posible,
pero me da igual lo que pensara; volví a casa hecha unos zorros porque todo
este trasiego me coincidió con los días malos de la quimio, pero contenta
porque ya estaba el asunto en marcha. Y efectivamente, ocho días después me
quitaron por fin las p… verrugas.
¡Eureka!
Es
curioso este asunto del dolor, cuando estaba tumbada en la camilla me advirtió
el cirujano que los pinchazos de la anestesia local me dolerían mucho porque el
cuero cabelludo es muy sensible, y yo le contesté la mar de sobrada:
- Bah, después de
aguantar los pinchazos de las vías seguro que el de la anestesia me parecerá
cosa de risa.
Ya,
que te crees tú eso, menudo salto di cuando me clavó la aguja. ¡Que dolor tan
tremendo, no te lo puedes figurar! Duró muy poco, pero fue de lo más
desagradable; además, cuando estuve de vuelta en casa y desapareció el efecto
de la anestesia tuve la cabeza doloridísima durante varias horas y esa noche
dormí fatal. Pero bueno, objetivo cumplido y verrugas eliminadas; ahora tengo
que esperar quince días y acudir a mi Centro de Salud para que mi quiten los
puntos, y ya me han advertido que eso también es muy doloroso.
Me
molesta bastante el hecho de no poder llevar la peluca durante unas semanas,
tengo que ponerme turbantes o pañuelos y no te puedes imaginar lo feísima que
estoy. Y no creas que lo digo sólo por cuestión estética, es que parezco…
bueno, pues lo que soy, una enferma grave; procuro no obsesionarme con el tema
y llevarlo con buen ánimo, ya lo sabes, pero de vez en cuando la cruda realidad
hace acto de presencia y me siento muy consciente de mi situación.
Pero
vaya, lo que importa es que ya me queda muy poco para terminar el tratamiento.
Si todo va como debería, a finales de este mes me pondrán el último gotero y si
hay suerte y me puedo librar de la radioterapia, habrá terminado esta mala
temporada.
Voy a centrarme en esa idea y me abstendré de
pensamientos frívolos; al fin y al cabo, soy una señora mayor y me puedo
permitir el lujo de afearme todo lo que quiera porque todos sabemos que a
partir de los cincuenta las mujeres nos volvemos invisibles, y la mayoría
rubias (yo no).
Hasta
pronto. Un fuerte abrazo de tu ya desverrugada amiga
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