43º CARTA
Mayo de 2011
Querido Pablo:
Ya lo ves, tras la gran sequía, la gran
remojada. Después de mi optimismo del martes, la ducha helada del miércoles. No
te alarmes, ya te dije ayer por teléfono que estoy bien; disgustada y tristona,
pero resignada. ¡Que remedio!
Creo que mi desilusión ha sido tan grande
porque me había fiado completamente de la opinión del cirujano y de la
oncóloga, que me dijeron con total seguridad que no me haría falta
radioterapia. Si me hubieran dicho simplemente que me darían las ocho sesiones
de quimio y luego pedirían la opinión del radiólogo no me habría hecho tantas
ilusiones; me siento…”estafada” es la palabra exacta.
En fin, te cuento con detalle como fue
todo. La cosa ya empezó torcida porque esa mañana no oí el despertador y tuve
que irme al hospital corriendo y en ayunas. Luego tuve que esperar más de media
hora hasta que me recibió la radióloga (otra mujer, salvo los cirujanos aquí
sólo he visto hembras) y entonces me soltó la mar de sonriente y jovial, que
para “asegurar” la curación era conveniente darme veinticinco sesiones
de radioterapia. Estuve a
punto de
caerme de
la silla al oírla. Le pregunté si había visto algo raro en los informes y me
dijo que no, que todo parecía estar muy bien, pero que el tumor estaba situado
muy cerca de una costilla y le parecía más seguro completar el tratamiento de
quimioterapia con cinco semanas de radio.
A continuación, y sin darme tiempo para
protestar, me hicieron un scanner y me tatuaron cuatro puntos, dos en el
esternón y uno en cada costado, para señalar la zona exacta que me radiarán.
Por cierto, vaya daño que me hicieron al tatuarme; no me explico cómo la gente
se hace por gusto esos tatuajes enormes por todo el cuerpo, hay que estar
bastante chiflado para sufrir así sin necesidad.
Después pasé a hablar con una enfermera,
que me informó sobre los geles de baño y cremas que me pueden ir bien para
evitar quemaduras en la piel y me dio una hoja con muchas recomendaciones: no
usar desodorante, ni depilar esa axila, no tomar el sol y ponerme siempre crema
de protección total en el escote, lavarme con la mano prescindiendo de esponjas
y llevar ropa holgada de hilo o de algodón, nada de fibras sintéticas.
Lo único positivo de este asunto es que
la médico me juró y perjuró que la radio es mucho más llevadera que la quimio,
que aparte de molestias en la piel y cansancio (¡más aún!) no voy a notar
ningún otro síntoma y me encontraré mucho mejor. Yo la oía sin reaccionar,
estaba tan sorprendida que apenas le hice preguntas y sólo cuando llegué a casa
y empecé a llamar a la familia y a los amigos de confianza me di cuenta cabal
de la situación: el proceso no ha terminado, las alegrías del martes han
resultado prematuras y me esperan veinticinco días, que ya será un mes largo
entre pitos y flautas, de tratamiento. Empezaré dentro de tres semanas
aproximadamente, cuando haya superado los efectos del último gotero.
Mira, voy a dejar la carta aquí porque
estoy hecha polvo y no quiero contagiarte a ti, ya volveremos a hablar y te
escribiré dentro de unos días. No te alarmes, ya sabes que yo renazco de mis
cenizas como el mismísimo Ave Fénix y dentro de poco me habré recuperado del
disgusto, seguro.
Hasta pronto. Espero con muchas ganas tu
próxima llamada. Un fuerte abrazo
P.D.:
¡Ah, me olvidaba! ¡Menos mal que no me pusieron prótesis subcutáneas! Por lo
visto, la radioterapia puede deteriorar la silicona, así que a lo peor me las
hubieran tenido que quitar y luego volver a reconstruir las mamas; ya ves qué
gracia, otras dos operaciones con anestesia general, goteros, drenajes y todo
el mamario. Menos mal que no ha sido así. Besos
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