28 de enero de 2018

43º  CARTA
Mayo de 2011

       Querido Pablo:

       Ya lo ves, tras la gran sequía, la gran remojada. Después de mi optimismo del martes, la ducha helada del miércoles. No te alarmes, ya te dije ayer por teléfono que estoy bien; disgustada y tristona, pero resignada. ¡Que remedio!
       Creo que mi desilusión ha sido tan grande porque me había fiado completamente de la opinión del cirujano y de la oncóloga, que me dijeron con total seguridad que no me haría falta radioterapia. Si me hubieran dicho simplemente que me darían las ocho sesiones de quimio y luego pedirían la opinión del radiólogo no me habría hecho tantas ilusiones; me siento…”estafada” es la palabra exacta.

       En fin, te cuento con detalle como fue todo. La cosa ya empezó torcida porque esa mañana no oí el despertador y tuve que irme al hospital corriendo y en ayunas. Luego tuve que esperar más de media hora hasta que me recibió la radióloga (otra mujer, salvo los cirujanos aquí sólo he visto hembras) y entonces me soltó la mar de sonriente y jovial, que para “asegurar” la curación era conveniente darme veinticinco  sesiones  de  radioterapia. Estuve  a  punto  de

caerme de la silla al oírla. Le pregunté si había visto algo raro en los informes y me dijo que no, que todo parecía estar muy bien, pero que el tumor estaba situado muy cerca de una costilla y le parecía más seguro completar el tratamiento de quimioterapia con cinco semanas de radio.
       A continuación, y sin darme tiempo para protestar, me hicieron un scanner y me tatuaron cuatro puntos, dos en el esternón y uno en cada costado, para señalar la zona exacta que me radiarán. Por cierto, vaya daño que me hicieron al tatuarme; no me explico cómo la gente se hace por gusto esos tatuajes enormes por todo el cuerpo, hay que estar bastante chiflado para sufrir así sin necesidad.
      
       Después pasé a hablar con una enfermera, que me informó sobre los geles de baño y cremas que me pueden ir bien para evitar quemaduras en la piel y me dio una hoja con muchas recomendaciones: no usar desodorante, ni depilar esa axila, no tomar el sol y ponerme siempre crema de protección total en el escote, lavarme con la mano prescindiendo de esponjas y llevar ropa holgada de hilo o de algodón, nada de fibras sintéticas.
       Lo único positivo de este asunto es que la médico me juró y perjuró que la radio es mucho más llevadera que la quimio, que aparte de molestias en la piel y cansancio (¡más aún!) no voy a notar ningún otro síntoma y me encontraré mucho mejor. Yo la oía sin reaccionar, estaba tan sorprendida que apenas le hice preguntas y sólo cuando llegué a casa y empecé a llamar a la familia y a los amigos de confianza me di cuenta cabal de la situación: el proceso no ha terminado, las alegrías del martes han resultado prematuras y me esperan veinticinco días, que ya será un mes largo entre pitos y flautas, de tratamiento. Empezaré dentro de tres semanas aproximadamente, cuando haya superado los efectos del último gotero.
       Mira, voy a dejar la carta aquí porque estoy hecha polvo y no quiero contagiarte a ti, ya volveremos a hablar y te escribiré dentro de unos días. No te alarmes, ya sabes que yo renazco de mis cenizas como el mismísimo Ave Fénix y dentro de poco me habré recuperado del disgusto, seguro.

       Hasta pronto. Espero con muchas ganas tu próxima llamada. Un fuerte abrazo

P.D.: ¡Ah, me olvidaba! ¡Menos mal que no me pusieron prótesis subcutáneas! Por lo visto, la radioterapia puede deteriorar la silicona, así que a lo peor me las hubieran tenido que quitar y luego volver a reconstruir las mamas; ya ves qué gracia, otras dos operaciones con anestesia general, goteros, drenajes y todo el mamario. Menos mal que no ha sido así. Besos


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