28 de enero de 2018

34º  CARTA
Marzo de 2011

       Querido Pablo:
Ay, hijo mío, qué cosas tan absurdas me pasan. En estos momentos me asalta una tremenda duda existencial: no sé si los que me rodean están en sus cabales y a mí la quimioterapia me ataca las neuronas y me altera el juicio o es al contrario, y yo razono bien mientras a mi alrededor florecen alegremente los chalados. todo esto viene a cuenta de una llamada telefónica sencillamente surrealista que recibí ayer y que te voy a contar para que me digas con franqueza qué opinas tú, si te parece normal lo que tuve que aguantar.
               Resulta que ayer por la tarde me llamó una señora que iba al gimnasio a la misma hora que yo y con la que charlé bastante porque es de mi edad y divorciada también desde hace varios años; la encontré amable aunque un poco rarita, la verdad, decía cosas bastante pintorescas mezclando la religión, política ultraderechista, ecología y yoga. El caso es que se había enterado de mi enfermedad y llamaba (agárrate) ¡para felicitarme! Como lo estás leyendo, no me invento nada. Me soltó con toda naturalidad el siguiente rollo:
       _ Hija, te llamo para decirte que eres UNA PRIVILEGIADA (así, con mayúsculas), supongo que ya te has dado cuenta. Esta enfermedad tuya es una OCASIÓN ÚNICA (más mayúsculas) que se te presenta para que des a tu vida un giro radical y puedas percibir todo lo que te rodea desde una perspectiva totalmente distinta, mucho más elevada y profunda. Dios, el Destino, la Providencia, no sé, alguien superior te esta dando la posibilidad de crecer espiritualmente, e abrirte a nuevas experiencias y e enriquecerte de tal forma que podrás convertirte en una nueva persona, mucho mejor y más feliz. Aunque ahora quizás no lo comprendas, yo sé que vas a pasar el resto de tu vida bendiciendo este cáncer. ¡Estoy plenamente convencida1
       Me quede unos segundos con el auricular pegado a la oreja sin dar crédito a lo que estaba oyendo, y cuando me recuperé del estupor colgué sin decir una sola palabra. A los pocos minutos volvió a sonar el teléfono y no me moleste en cogerlo porque pensé que como fuera ella otra vez aquella loca le iba a soltar una retahíla de tacos que escandalizaría a un camionero.
       Bueno, ¿tu que opinas? ¿tengo que felicitarme cada mañana por mi buena suerte o jurar en arameo cuando me despierto? Ya me darás tu opinión para que salga de dudas.
       En serio, hay que estar completamente deschavetada, como dicen los argentinos, para soltar tamaño despropósito; pero en el fondo debió afectarme más de lo que pensaba porque esta noche me he despertado a las tres de la madrugada con una sensación de angustia terrible. Pensaba en la muerte, quiero decir en la mía, empecé a imaginar que por muchos y buenos tratamientos que me apliquen puede sucederme como a una alumna del colegio, que superó una leucemia y murió al cavo de diez años porque el cáncer hizo metástasis y no pudieron salvarla. Pensaba que voy a pasarme el resto de mi vida sometiéndome a revisiones periódicas y que en cualquiera de ellas me pueden anunciar que el dichoso cangrejo ha dado media vuelta y se ha cebado en otro de mis órganos. Y aunque no sea así y vaya viviendo sin más complicaciones, nadie me va a quitar los nervios y la ansiedad que tendré que soportar cada vez que vaya a recoger los resultados de las pruebas.
       A continuación y para animarme un poco más me dio por recordar las numerosas equivocaciones que he cometido a lo largo y ancho de mis sesenta y dos febreros, y fui pasando revista a todas las desgracias que me han ido sucediendo: fracasos sentimentales, perdidas familiares, disgustos con amigos, problemas laborales... No sabes como maldije mi asquerosa memoria de elefante, porque recordaba todo lo malo con una claridad y abundancia de detalles estremecedora.
       Y como colofón me encontré considerando resignadamente que en el fondo no es muy mal momento para abandonar este mundo, porque mi hijo es un adulto responsable que se gana la vida y mis padres han muerto hace años y no van a sufrir por mí, así que en caso de que desaparezca de la faz de la tierra me vais a llorar como mucho una docena de personas, tú entre ellas.¡Eso espero!    No te asustes, al llegar a este punto salté de la cama, engullí dos cápsulas de no sé qué hierbajos con un vaso e leche caliente y he amanecido hoy a las diez de la mañana relajadísima; eso sí, luzco unas ojeras dignas de un oso panda, pero de un ejemplar viejo y achacoso.
        Voy a terminar ya, que me he estremecido mucho. No te preocupes porque ahora me encuentro la mar de bien y dentro e un rato iré al cine; lo de anoche ha sido un simple bajón de ánimo que no volverá a repetir, te lo aseguro, pero por si acaso (esto es chantaje descarado) tú escribe y llama, no te olvides de esta pobre enferma...


No hay comentarios:

Publicar un comentario