Mariona Rebull es la crónica social de una época a la vez que una historia de amor, que es la línea central del argumento y el punto del que derivan y en el que convergen los restantes episodios de la acción. En esa historia de amor (o desencuentro amoroso) se distinguen dos partes: una, el noviazgo entre Joaquín Rius y Mariona; la otra, el matrimonio que fracasa y deriva al adulterio femenino, uno de los temas clásicos de la novela del XIX, que el autor recupera, con los tres personajes del triángulo: el marido austero y aburrido, la casada insatisfecha y soñadora y el amante vividor y frívolo.
28 de enero de 2018
52º CARTA
Agosto de 2011
Muy señor mío:
Por la presente pongo en su conocimiento
que doy por concluida nuestra larga relación epistolar, ya que según mi
oncóloga he dejado de ser cancerosa.
Por lo tanto, y puesto que se ha cumplido
totalmente el objetivo de estas misivas, de ahora en adelante volveré a
comunicarme con usted por los procedimientos normales propios del siglo XXI, a
saber: teléfonos móvil e inmóvil, S.M.S. y correo electrónico.
Esperado sus gratas nuevas, queda de
usted afectísima, s.s.s.
---------------
¡Ahí queda eso! ¡Misión cumplida! Ríete
todo lo que quieras al leer esto, me da igual porque yo me siento la mar de
orgullosa de mí misma: he cumplido a rajatabla lo que pactamos hace YA casi
diez meses, en Octubre del año pasado para ser exactos. Durante este tiempo he
ido contándote fielmente todo lo que me ha ocurrido, lo que pensaba y sentía,
lo que he hecho y me han hecho (me refiero a los tratamiento…) y he procurado
trasmitirte todo eso con sinceridad pero sin demasiado dramatismo, espero.
Ya me dirás si he logrado mantenerte
informado pero no preocupado y si he conseguido que supieras como me encontraba
realmente sin entristecerte. Es más, espero que incluso te hayas divertido
leyendo alguna de las cosas cómicas y chocantes que me han pasado durante estos
nueve meses.
Y como despedida voy a contarte una
última batallita cancerosa: acabo de leer un libro que parecía escrito para mí,
me he visto reflejada en cada una de sus páginas. Se titula “Sonríe o muere” y
lo ha escrito la ensayista Bárbara Ehrenreich, que tuvo un cáncer de mama y se
vio metida en esa absurda corriente “cultural” (será un decir) de la autoayuda
y del pensamiento positivo que se ha puesto de moda recientemente y que a mí,
como a la escritora, me ataca directamente al hígado.
Figúrate que esa pobre mujer tuvo que
escuchar a todas horas que el cáncer se supera con la actitud positiva, que
tenía que considerar la enfermedad como “una bendición y una oportunidad para
que revisara sus valores y cambiara de vida”, así, literalmente. Y encima tuvo
que aguantar mensajes culpabilizadores, insinuándole casi había atraído sobre
ella la enfermedad “porque con nuestra actitud somos responsables de lo que nos
trae el destino” ¿Qué te parece?
Pues espera, que hay más: una tal Rhonda
Byrne, una especie de iluminada, afirma en su libro “El secreto” que hay una
ley de la atracción según la cual el mundo te devuelve lo que tú proyectas
sobre él, que los pensamientos se materializan y que hay que visualizar lo que
deseamos para que se convierta en realidad. O sea, que los pensamientos son
como imanes y los positivos atraen la dicha, la salud y la buena suerte,
mientras que los negativos provocan los fracasos, las desgracias y las
enfermedades.
En resumen, que todo dependo de nosotros
y que si nos va mal es por nuestra culpa, porque somos negativos y nos
saboteamos a nosotros mismos.
¿Cómo lo
ves?
Yo me he quedado con ganas de pegarle un
tiro a esta idiota, te lo juro.
Hablando en serio, yo opino con absoluta
convicción que el bueno humor y el optimismo no curan ni los catarros, pero sí
que tienen dos efectos positivos que he podido comprobar en mis propias carnes:
si estás animada y tienes la moral alta soportas mejor la enfermedad, y además
no te conviertes en un absoluto latazo para los que te rodean, cosa muy
importante porque todos huimos de los depresivos y de los plañideros. Pero
tengo clarísimo que si me curo será por la medicación y los tratamientos de
quimio y radio, no por mi “actitud positiva”.
Hijo, qué cosas me vienen a la cabeza de
repente. Mientras te escribía todo este he recordado con absoluta claridad que
cuando yo tenía once o doce años alguien me regaló una colección de libros juveniles
cuya protagonista era una adolescente norteamericana verdaderamente nauseabunda
llamada “Pollyanna”, que debía ser la precursora del pensamiento positivo de
marras.
Resulta que la tal Pollyanna y su
encantadora familia se dedicaban durante las cenas a lo que ellos llamaban “El
juego”, así, con mayúsculas, y que consistía en contar todo lo malo que les
había ocurrido durante el día y darle la vuelta, convirtiendo la desgracia en
algo estupendo y maravilloso.
Por
ejemplo, si a la abnegada madre se le quemaba la cena (siempre por un buen
motivo, of course, no por haberse pegado media hora al teléfono chismorreando
con una vecina) todos se alegraban muchísimo porque gracias a eso cenaban
sándwiches y podían imaginarse que estaban de pic-nic en el campo, una cosa
superguay ¿lo pillas?
Bien, pues ahora me voy a poner cursi y
emotiva, voy a caer de cabeza en el sentimentalismo más abyecto y a decirte de
todo corazón GRACIAS, miles de gracias por todo.
Y no me
contestes que por nada, que no las mereces, ni me vengas con alguna de esas
expresiones de cortesía que nos enseñaron de críos porque sabes muy bien ( y si
no lo sabes te vas a enterar ahora mismo) que durante estos meses has sido para
mí un apoyo enorme, que tus llamadas me animaban siempre y tus comentarios
sobre mis cartas me hacían reír incluso en momentos muy fastidiados, por no
decir algo peor.
Has entendido perfectamente mis estados
de ánimo y has sabido cuando convenía callar y escuchar con paciencia, has sido
capaz de desdramatizar la situación sin quitarle su importancia y ¿milagro! No
has hecho ni un solo comentario inoportuno o patoso.
Por todo esto y por más cosas que me
dejo, seguro te doy unas merecidísimas GRACIAS, pero aún a riesgo de que me
taches de ingrata te voy a decir que espero no volver a agradecerte NUNCA MÁS
EN MI VIDA un apoyo de esta clase. Captas la intención ¿verdad?
Me despido ya, esta es la última y
larguíííísima carta de tu excancerosa amiga.
Aquí termina nuestra apasionada e intensa
relación epistolar, pero sólo la epistolar porque espero tu próxima llamada con
las mismas ganas de siempre, que son muchas.
¡Hasta
pronto!
Te mando todo mi cariño y un gran, gran
abrazo
P.D.:
¡Qué barbaridad! Acabo de contar las cartas y me salen cincuenta y dos. Si las
pongo todas juntas y ordenadas resulta que sin pretenderlo he escrito casi una
novela. Y como he tenido un hijo y he plantado varios árboles estoy realizada
por completo, ya me puedo morir tranquila…. ¡Es un decir!
P.P.D.:
Te escribo ya desde la playa. Estoy en la terraza, hace un día precioso y
parece que la vida vuelve a sonreírme tímidamente. Muchos besos.
FIN
51º CARTA
Julio de 2011
Querido Pablo:
Espero que después de nuestra última
conversación telefónica te hayas quedado completamente tranquilo. Si, ya he
recuperado mi humor normal y estoy contenta porque como dicen los
intelectuales, he “interiorizado” mi situación y ahora siento de verdad que la
mala temporada ha concluido; así que no te preocupes porque vuelvo a estar
perfectamente, palabra de honor.
Y para que veas que me encuentro animada,
voy a contarte unas cuantas cosas positivas, muy pequeñas, pero que para mí son
importantes y me hacen recuperar el optimismo. En primer lugar, ya no debo
retener líquidos porque mis cuatro extremidades has recuperado su tamaño
normal; ya me veo los huesos de los tobillos y me baila el reloj en la muñeca,
así que el problema se ha resuelto por si sólo como decía la oncóloga, a base
de mucho agua, tiempo y paciencia.
En
segundo lugar, empiezan a salirme las cejas y las pestañas; lo hacen con
timidez y muy despacio, pero se va notando si te fijas mucho. Te parecerá una
bobada, pero este detalle me alegra una barbaridad porque la calvicie está
perfectamente resuelta con la peluca, pero cada vez que me miraba al espejo y
me veía la cara tan pálida y tan desnuda me sentía fatal.
Es que la
peluca me ha resultado comodísima desde el primer momento, pero nunca he sabido
pintarme bien los ojos porque pensaba que no me hacía falta.
Recordarás,
y si se te ha olvidad te lo voy a pasar por las narices ahora mismo, que yo
tenía (¡ay! ¡Tenía!) las cejas y las pestañas muy negras y espesas, así que
sólo necesitaba un poco de sombra en los párpados y un brochazo de colorete
para estar tan compuesta y arregladita.
Por ese motivo, cuando me he visto en la
necesidad de pintarme cejas artificiales y hacerme raya en los ojos las he
pasado canutas porque tardaba horrores y encima no me quedaban nada bien.
Recuerdo que una tarde al ir a despedirme
de Diego le vi desternillarse de risa porque según él me había pintado unas
cejas clavaditas a las de Zapatero, y encima una más alta que otra. Lo malo es
que tenía razón, así que tuve que lavarme la cara y volver a maquillarme con un
poco más de gracia.
Lo que me tiene bastante preocupada es
que en la cabeza sigo teniendo solamente el escaso pelo que no se me ha caído
durante el tratamiento, y que además de ser poquísimo se nota muy fino al
tacto, parece pelusa en vez de pelo normal. Bueno, tendré paciencia y haré lo
que me aconsejó una enfermera: cortármelo casi al rape con maquinilla cada dos
o tres semanas, para que se vaya fortaleciendo y también para eliminar la parte
quemada por la quimioterapia.
Y como estoy animada, ya he hecho planes
para lo que queda del verano: me voy a la playa del uno al veintiocho de
agosto, a nuestro apartamento de la Costa Dorada.
Ya sé que
no es un plan demasiado excitante, pero no estoy en condiciones de viajar mucho
porque me canso fácilmente, así que pienso dedicarme sólo a cuidar mi maltrecho
cuerpo: comer bien, descansar mucho y hacer excursiones cortitas y relajadas a
los pueblos de los alrededores con mis amigos de Barcelona; ya he hablado con
ellos y van a estar el Calafell casi los mismos días que yo.
Les he explicado que no tengo el cuerpo
para muchas alegrías y lo han entendido, pero la verdad es que a pesar de las
limitaciones me apetece cada día más encontrarme allí; después de pasar nueve
meses enterrada como un tubérculo, la idea de estar al aire libre paseando,
bebiendo una “clara” en el puerto frente al mar o tumbada en una hamaca
simplemente mirando el cielo sin pensar en nada me parece… bueno, maravillosa.
Así que además de eso quiero: a) engordar
tres quilos, b) ir casi todo el día en bañador y chancletas, c) mirarme al
espejo y verme buen color, no esta cara de endivia que tengo ahora, y lo más
importante d) pensar que ya estoy bien, del todo y definitivamente.
Como puedes comprobar, esta carta es
mucho menos deprimente que la anterior, ya se ha disipado el nubarrón y noto
que empieza a lucir el sol sobre mi cabeza.
Dentro de unos días te confirmaré mis
planes, por si surgiera algún cambio a última hora, y mientras espero tu
próxima llamada, te mando un gran abrazo.
¡Hasta pronto!
50º CARTA
21 DE JULIO DE 2011
Querido Pablo:
Rodea esta fecha con fosforito verde en
tu calendario: HOY he terminado la radioterapia. Ya no tengo que volver al
hospital hasta mediados de septiembre, que me tocará pasar la primera ITV, o
sea, hacerme la revisión periódica.
¿Notas con qué sobriedad expresiva te he
dado la noticia, sin subrayados ni múltiples signos de exclamación? Pues es
porque en el fondo no acabo de creérmelo. Soy consciente de que ya he recibido
mi última sesión de radio y que para bien o para mal ya he terminado todos los
tratamiento, que han durado en total casi nueve meses contando desde el día de
la operación, vamos, como un embarazo sin criatura al final (gracias a Dios,
sólo me faltaba “eso” a mis años) pero lo pienso con la cabeza sin sentirlo en
absoluto. Estoy… no sé cómo explicártelo, desinflada, lacia, apática…
No obstante y a pesar de esa sensación
tan rara, esta mañana en el hospital he hecho todo lo que la ocasión requería:
me he despedido de las enfermera, del técnico y de los otros pacientes con una
sonrisa de oreja a oreja, digna de la mismísima Pantoja (“dientes, dientes…”),
he asegurado esta la mar de feliz y he deseado a todos salud y curación
definitiva.
Ah, el
bueno de Paco me ha dado su dirección en el pueblo, me ha repetido varias veces
su apellido porque es exótico y difícil de recordar (González) y ha insistido
en que vaya a visitarlo cuando quiera. ¡Chúpate esa!
Al llegar a casa he continuado haciendo
lo que marca el protocolo y he mandado mensajes al móvil de todos mis amigos
más fieles, te he llamado a ti y he mentido como una bellaca al asegurarte que
estaba contenta y rebosante de optimismo, porque en realidad estaba ( y sigo
estando) un poco sonámbula o directamente lela, como tú prefieras.
Espero que esta sensación se vaya
disipando y llegue por fin esa alegría que llevo horas pregonando a los cuatro
vientos sin sentirla en absoluto. Hay que ver lo rarísimas que somos las
personas humanas, como dicen los modernos…
Bueno, voy a hacer balance de la
situación. Como teóricamente estoy curada, voy a anotar en dos columnas lo
positivo y lo negativo de esta experiencia mía con el cáncer, para ver qué
moraleja puedo sacar de todo esto.
Allá vá:
· ASPECTOS
NEGATIVOS (lo malo primero)
1. Soy una enferma crónica. Durante el resto de
mi vida tendré que pasar revisiones periódicas y no voy a poder olvidarme jamás
del maldito cáncer.
2. Tengo sólo una teta y así seguiré hasta que me
muera. Ya, ya sé que lo he elegido yo, pero me fastidia una barbaridad.
3. Debo de tener mucho cuidado con el brazo
“malo”, para evitar el dichos linfedema. Eso supone hacer diariamente una tabla
de ejercicios, cosa que vengo practicando desde hace meses, y procurar a) no
levantar pesos, b) no darme golpes, c) no cortarme, d) no quemarme, e) no
llevar nada apretado (reloj, anillos, pulseras..), f) evitar las picaduras de
insectos, y g) no hacerme la manicura en las uñas de esa mano. Creo que esos
son todos los “noes”, si me acuerdo de alguno más lo añadiré al final.
4. De momento sigo prácticamente calva, con dos o
tres pestañas en cada ojo y sin cejas. Ya veremos como evoluciona esta
situación.
5. Tengo las venas muy frágiles, me hago
moraduras con facilidad y me salen en las piernas unas pequeñas varices, una
especie de telas de araña rojizas la mar de feas.
6. Continúo teniendo insensibles algunas zonas de
las plantas de los pies, y a ratos noto hormigueos y pinchazos en esas zonas.
7. Las uñas siguen espantosas, amarillentas y con
muchas estrías.
8. Estoy más delgada. No llego a los cincuenta y
cinco quilos (mi peso normal es de cincuenta y ocho quilos aproximadamente), he
perdido masa muscular y luzco una palidez totalmente espectral.
9. Noto que veo peor, seguro que me han aumentado
las dioptrías.
10. Aún me canso fácilmente.
Las cuestas y las
escaleras me dejan sin resuello.
-----------------
Juraría que hay algo
más, pero me canso de enumerar tanta miseria. Fin.
· ASPECTOS
POSITIVOS
1. Conservo casi intacto mi buen apetito y duermo
de maravilla, igual o mejor que antes de la enfermedad.
2. Noto que tengo una actitud más relajada y
tranquila, evito las discusiones y paso olímpicamente de pequeñeces que antes
me irritaban. Eso sí, en los asuntos importantes me pongo firme y no cedo si
pienso que tengo la razón
3. He leído muchísimo, he visto varias series
buenas en la televisión y unas cuantas películas que merecían la pena.
4. He intimado mucho con algunas personas que
antes eran sólo amistades superficiales. Claro que también he tachado de mi
lista blanca a otras que creía incondicionales… Bueno, un día de estos haré
inventario definitivo, a ver qué sale.
5. Tengo muchas ganas de volver a trabajar. Estoy
convencida de que entonces sentiré que he recuperado mi vida NORMAL
-----------------
Ya está. Llevo un rato pensando y no se
me ocurre nada más, así que voy a terminar esta carta, que además de extraña me
ha salido muy larga y bastante espesa. Pero cuando la leas no te preocupes
porque seguro que dentro de unos días habré reaccionado y estaré la mar de
contenta. Y no es que ahora esté mal, me noto rara, pero bien. Debo estar
sufriendo una especie de parálisis emocional transitoria, ya se me pasará ella
sola cuando quiera y verás como enseguida recupero mi estado de ánimo habitual.
Hasta pronto, besos y abrazos
P.D.:
Otra cosa positiva: por fin no se me ha quemado la piel del pecho; la tengo un
poco sonrosada, como si hubiera tomado el sol, pero no me molesta. A pesar de
todo la radióloga me ha repetido varias veces que no se me ocurra intentar
broncearme este verano y que me ponga una camiseta cerrada para bajar a la
playa, incluso cuando me bañe. Menudo incordio. Besos.
49º CARTA
Julio de 2011
Querido Pablo:
Tal y como me avisaron, el dichos
tratamiento de radio se va a alargar un poco más de lo previsto. El viernes
pusieron un cartel avisando que el lunes cerrarían la Unidad porque tocaba
revisión y limpieza de máquinas y hoy hemos tenido avería; también ha habido un
incidente bastante cómico por culpa de la dichosa avería, y te lo voy a contar
para que te carcajees un poco a mi costa.
Resulta que ayer terminó su tratamiento
nuestro Julio Iglesias y hoy ha llegado un señor nuevo con nombre menos
artístico (es un Luis Martínez de lo más vulgar) que ha ocupado la hora que
dejaba libre el cantante, o sea, la primera de la mañana delante de mí. Cuando
lo han llamado se ha metido en la cabina con la misma cara de haba que ponemos
todos el primer día, y para sorpresa de los que esperábamos turno ha pasado
casi media hora sin que el señor saliera y sin que me llamaran a mí; era raro
porque solemos tardar un cuarto de hora aproximadamente, así que Mª Jesús, la
que va detrás de mí, ha vaticinado en plan cenizo:
-
Ya está, seguro que se acaba de cascar la máquina. ¡A ver si la
pueden componer y no perdemos la mañana aquí a lo tonto modorro!
Es una señora muy simpática y
comunicativa, pero más de campo que un ababol y la mitad de lo que dice me
resulta absolutamente misterioso; por ejemplo, me costó averiguar que el
“engranaje” que la habían quitado antes de tiempo era en realidad un drenaje,
ya ves qué nivelazo de vocabulario.
Bueno, pues de pronto ha salido de la
cabina a toda prisa el bueno de Luis, en bata y patucos, perseguido por una
enfermera que trataba de calmarlo con bastante poco éxito:
-
¡No se alarme, Luis, que no ha pasado nada! No hemos llegado a
empezar la sesión porque le mando no obedece. Ande, vístase y espere aquí
fuera, que vamos a llamar al técnico y en cuanto arreglen la avería
continuaremos, tranquilícese,
El pobre hombre parecía estar al borde de
un síncope, y no te puedes figurar lo ridículo que resultaba con la bata que le
llegaba escasamente a las rodillas, las piernas al aire y los pies enfundados
en las bolsas de plástico verde. Mª Jesús, siempre al loro de todas las
situaciones, me comentó en un susurro muy poco discreto:
-
Éste debe tener cáncer de próstata, porque va sin calzones.
También podría ser de colon, pero no creo porque no le veo la bolsa…
Y se
inclinaba para mirarle más de cerca; pensé que le abriría la bata para
comprobarlo, pero se contuvo a tiempo. En fin, mientras tanto llegó el técnico,
apañó la máquina y volvieron a llamar a Luis; a todo esto se iba amontonando el
personal, porque habían llegado dos ambulancias con gente de pueblos de los
alrededores y ya casi no cabíamos en la sala de espera.
Pasaron
unos minutos, me llamaron a mí y no había hecho mas que meterme en la cabina
cuando entró la enfermera y me dijo que volviese a la sala de espera, que la
máquina había vuelto a atascarse. Al salir me encontré todo un espectáculo:
Luis, todavía en bata y patucos verdes, tirado en el suelo con las piernas en
alto y sus vergüenzas semiexpuestas al público; a su alrededor los demás
pacientes, dando todos su autorizada opinión sobre el asunto: déjenlo echado,
no, levántenlo, háganle aire, apártense que le quitan el oxígeno…
Cuando se recuperó del mareo,
abochornadísimo el pobre, nos explicó que era muy nervioso y que en cuanto
entra en un hospital se pone enfermo, pero no le sirvió de nada excusarse
porque Mª Jesús ya lo había catalogado: es un caguetas y además un gafe. Pobre
hombre, vaya debut que ha tenido.
Mientras avisaban otra vez al técnico y
nos confirmaban si había o no sesión, me entretuve comparando rojeces con las
otras señoras “destetadas” y yo soy la que tiene la piel menos quemada; la
tengo sonrosada, como si acabara de tomar el sol, pero apenas me molesta. ¡Es
que tengo un pellejo de lo más resistente! Y como la cosa se alargaba, me fui a
tomar un café con Paco, mi pretendiente oficial. Ah ¿no te lo había contado?
Pues
parece que he hecho una conquista, así, sin esforzarme ni pretenderlo, para que
veas. Es un “mozo viejo” prostático, sesentón y forrado, propietario de casas,
tierras y máquinas. Según la inefable Mª Jesús, que es del mismo pueblo, todo
un partidazo, y más desde que se murió su madre. ¡Soltero, hijo único y
huérfano, menudo chollo!
En fin, chismorreos aparte, hoy nos hemos
quedado sin tratamiento y eso significa que terminaremos dos días más tarde, si
hay suerte y la máquina no vuelve a estropearse.
¡Ay, casi se me olvida con tantas
emociones!
¡Feliz Santo, y perdona el retraso!
Aunque los jóvenes ya no celebran las “onomásticas”, como decían nuestros
abuelos, los chicos de nuestra edad aún nos acordamos y hacemos algún pequeño
festejo. Seguramente será porque nosotros tenemos nombres corrientes del
Santoral, la gente que se llama Kevin, Vanessa, Dayana o Jennifer lo tienen
mucho más difícil.
Repito: muchas felicidades y muchos
regalos, que pases un día estupendo
Abrazos y besos para tí
48º CARTA
Julio de 2011
Querido Pablo:
¡He reanudado oficialmente mi vida
laboral! Sólo oficialmente, porque el curso 2010-2011 terminó hace dos días, el
treinta de junio, pero te comunico con gran satisfacción que si ahora no estoy
trabajando ya no es porque esté de baja, no señor, es porque estoy de
vacaciones. Ventajas de ser maestra, el sueldo es una birria pero de
momento tenemos unas vacaciones veraniegas sencillamente fastuosas.
Como ya te conté, anteayer me dio el alta
la médico de cabecera y al día siguiente subí al colegio para entregarla y
decir que me incorporaré con toda normalidad el día uno de septiembre, lista
para comenzar el curso 2011-2012. ¿Qué te parece?
Ayer terminé mi sesión de radio a las
nueve de la mañana e inmediatamente cogí el autobús para subir a entregar mis
papeles al Colegio; una vez sentada hice, sin querer, por supuesto, un numerito
de lo más raro: quise acomodarme la peluca con disimulo porque me daba la
sensación de que se me había ido hacia delate, y al tirar de ella por la parte
del cogote se me levantaron las gafas hasta la frente. No se trata de un truco
de magia, es que las patillas de las gafas van apoyadas encima de la peluca. Lo
cómico del asunto fue la cara de espanto que puso un chico joven que estaba
sentado frente a mí; debió pensar que veía visiones. Me dieron ganas de repetir
el numerito, pero me contuve y no volví a tocarme la peluca en todo el
trayecto; eso sí, estuve vuelta hacia la ventanilla para disimular la risa y
procurando no mirar al chico.
Incidentes chuscos aparte, iba un
poco nerviosa, y aunque te rías de mi voy a confesarte que me había puesto mis
mejores galas y me había maquillado y retocado como si fuese de boda; me
apetecía tener buen aspecto dentro de lo posible y que mis compañeros no me
encontraran demasiada pinta de enferma, ya ves qué bobada.
Hice una entrada triunfal en Secretaría,
y aunque faltaba ya mucha gente pasé un rato estupendo y fue agradable saludar
a los que aún estaban por allí terminando trabajos. Me aplaudieron cuando
entregué el alta médica y luego fuimos a una cafetería que hay al lado del
Colegio a celebrar mi regreso; me permití UNA CAÑA, que me supo a gloria
bendita porque durante la quimio tenía prohibido el alcohol, y después volvimos
al cole y me puse más seria y profesional para hablar con la Directora y
comentarle mis intenciones de cara al próximo curso. Yo querría seguir teniendo
jornada completa y dar mis clases de Lenguaje y Matemáticas en Primaria, pero
no quiero continuar siendo tutora de ningún curso. Aunque pienso volver de las
vacaciones completamente recuperada, tanto la oncóloga como la médico de
cabecera me han advertido que tendré las defensas más bajas de lo habitual y
que seguramente pillaré todos los microbios que vayan por el aire; además
tendré que faltar con cierta frecuencia para que me hagan pruebas, revisiones
periódicas, etc..
También
supongo que me cansaré con más facilidad, y si no soy tutora podré librarme de
bastantes reuniones y sobre todo de la entrevistas con los padres de los
alumnos, que es lo que nos pone atacados de los nervios a todos los docentes.
¡No te puedes imaginar las pretensiones
fantásticas y las exigencias que llegan a tener los papás modernos! La mayoría
apenas conoce a sus hijos, porque trabajan ambos durante miles de horas para
mantener su tren de vida y tienen a sus niños pasando de mano en mano como
monedas falsas: canguros, sufridos abuelos, chicas “au pair”, múltiples
actividades extraescolares, colonias y campamentos durante los veranos…
Bueno, voy a dejar este tema porque tú no
eres de la profesión y no estás al tanto, y a mí me hierve la sangre cuando me
acuerdo de algunas cosas absurdas que he tenido que oír de ciertos padres de
alumnos.
Resumiendo, que la Directora entendió mis
razones y quedamos en concretar el tema en septiembre. Hasta entonces fiesta,
¡estoy de vacaciones!
Para seguirlo celebrando, esta noche ceno
con unos amigos en la fuente de La Junquera ¿te acuerdas? Ya no es aquel
merendero cutre de antaño, se ha convertido en un restaurante muy agradable con
unos jardines que suponen un respiro en nuestras tórridas noches veraniegas.
Espero que me den allí las doce, la una o las dos, con una copa y buena
conversación a la luz de la luna.
Te deseo que aproveches tú
también al máximo las noches estivales; aunque te hayas convertido en un señor
formal que ha abandonado sus hábitos noctámbulos, recuerda que los veranos son
muy cortos y los inviernos muy largos…¡Ya me entiendes!
Besos de tu animadísima,
P.D.: Una
advertencia: si nombro copas y cañas no es porque me haya dado recientemente a
la bebida, que te quede claro, es que ahora puedo tomarlas. Llevo siete
meses de abstinencia total, alternando el café con leche, la tónica y el agua
mineral (con gas, que me parecía más alegre), así que creo merecer ahora algún
pequeño desmadre. ¿O no?
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