28 de enero de 2018

48º  CARTA
Julio de 2011

       Querido Pablo:

       ¡He reanudado oficialmente mi vida laboral! Sólo oficialmente, porque el curso 2010-2011 terminó hace dos días, el treinta de junio, pero te comunico con gran satisfacción que si ahora no estoy trabajando ya no es porque esté de baja, no señor, es porque estoy de vacaciones. Ventajas de ser maestra, el sueldo es una birria pero de momento tenemos unas vacaciones veraniegas sencillamente fastuosas.

       Como ya te conté, anteayer me dio el alta la médico de cabecera y al día siguiente subí al colegio para entregarla y decir que me incorporaré con toda normalidad el día uno de septiembre, lista para comenzar el curso 2011-2012. ¿Qué te parece?

       Ayer terminé mi sesión de radio a las nueve de la mañana e inmediatamente cogí el autobús para subir a entregar mis papeles al Colegio; una vez sentada hice, sin querer, por supuesto, un numerito de lo más raro: quise acomodarme la peluca con disimulo porque me daba la sensación de que se me había ido hacia delate, y al tirar de ella por la parte del cogote se me levantaron las gafas hasta la frente. No se trata de un truco de magia, es que las patillas de las gafas van apoyadas encima de la peluca. Lo cómico del asunto fue la cara de espanto que puso un chico joven que estaba sentado frente a mí; debió pensar que veía visiones. Me dieron ganas de repetir el numerito, pero me contuve y no volví a tocarme la peluca en todo el trayecto; eso sí, estuve vuelta hacia la ventanilla para disimular la risa y procurando no mirar al chico.
               Incidentes chuscos aparte, iba un poco nerviosa, y aunque te rías de mi voy a confesarte que me había puesto mis mejores galas y me había maquillado y retocado como si fuese de boda; me apetecía tener buen aspecto dentro de lo posible y que mis compañeros no me encontraran demasiada pinta de enferma, ya ves qué bobada.

       Hice una entrada triunfal en Secretaría, y aunque faltaba ya mucha gente pasé un rato estupendo y fue agradable saludar a los que aún estaban por allí terminando trabajos. Me aplaudieron cuando entregué el alta médica y luego fuimos a una cafetería que hay al lado del Colegio a celebrar mi regreso; me permití UNA CAÑA, que me supo a gloria bendita porque durante la quimio tenía prohibido el alcohol, y después volvimos al cole y me puse más seria y profesional para hablar con la Directora y comentarle mis intenciones de cara al próximo curso. Yo querría seguir teniendo jornada completa y dar mis clases de Lenguaje y Matemáticas en Primaria, pero no quiero continuar siendo tutora de ningún curso. Aunque pienso volver de las vacaciones completamente recuperada, tanto la oncóloga como la médico de cabecera me han advertido que tendré las defensas más bajas de lo habitual y que seguramente pillaré todos los microbios que vayan por el aire; además tendré que faltar con cierta frecuencia para que me hagan pruebas, revisiones periódicas, etc..
También supongo que me cansaré con más facilidad, y si no soy tutora podré librarme de bastantes reuniones y sobre todo de la entrevistas con los padres de los alumnos, que es lo que nos pone atacados de los nervios a todos los docentes.
       ¡No te puedes imaginar las pretensiones fantásticas y las exigencias que llegan a tener los papás modernos! La mayoría apenas conoce a sus hijos, porque trabajan ambos durante miles de horas para mantener su tren de vida y tienen a sus niños pasando de mano en mano como monedas falsas: canguros, sufridos abuelos, chicas “au pair”, múltiples actividades extraescolares, colonias y campamentos durante los veranos…
      
       Bueno, voy a dejar este tema porque tú no eres de la profesión y no estás al tanto, y a mí me hierve la sangre cuando me acuerdo de algunas cosas absurdas que he tenido que oír de ciertos padres de alumnos.

       Resumiendo, que la Directora entendió mis razones y quedamos en concretar el tema en septiembre. Hasta entonces fiesta, ¡estoy de vacaciones!

       Para seguirlo celebrando, esta noche ceno con unos amigos en la fuente de La Junquera ¿te acuerdas? Ya no es aquel merendero cutre de antaño, se ha convertido en un restaurante muy agradable con unos jardines que suponen un respiro en nuestras tórridas noches veraniegas. Espero que me den allí las doce, la una o las dos, con una copa y buena conversación a la luz de la luna.
               Te deseo que aproveches tú también al máximo las noches estivales; aunque te hayas convertido en un señor formal que ha abandonado sus hábitos noctámbulos, recuerda que los veranos son muy cortos y los inviernos muy largos…¡Ya me entiendes!

       Besos de tu animadísima,


P.D.: Una advertencia: si nombro copas y cañas no es porque me haya dado recientemente a la bebida, que te quede claro, es que ahora puedo tomarlas. Llevo siete meses de abstinencia total, alternando el café con leche, la tónica y el agua mineral (con gas, que me parecía más alegre), así que creo merecer ahora algún pequeño desmadre. ¿O no?


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