26 de enero de 2018

31º  CARTA
Marzo de 2011

       Querido Pablo:

       Pues yo, como el soneto de Violante, burla burlando acabo de terminar el primer ciclo de quimioterapia, y debo reconocer que ha resultado más llevadero de lo que pensaba. Lo más desagradable ha sido, con diferencia , la caída de todo el pelo, y que cuando digo todo quiero decir TODO, ya me entiendes. Fíjate que cosa más rara: el pelo más grueso es el que se ha caído antes. Supongo que es el proceso normal y que a todo el mundo le sucede lo mismo, pero se lo preguntaré a las enfermeras, por curiosidad. Vaya desperdicio, con el tiempo que he dedicado todos los veranos de mi vida a depilarme escrupulosamente y ahora, que me he convertido en una especie de huevo duro, no puedo exhibirme en tanga ni en biquini.
       En este momento estoy atravesando, o más exactamente soportando, las cuarenta y ocho horas malas post-gotero; estoy tan cansada que el simple hecho de salir a comprar cuatro cosillas por mi barrio me ha supuesto un verdadero esfuerzo. Ahora me he instalado en el sofá, rodeada de todo lo que necesito para entretenerme, que no es poco: periódicos, un libro, cedés, los mandos de la tele, el vídeo y el deuvedé, una tableta de chocolate negro y una botella de agua con limón (el agua sola me sabe rara), el móvil y una manta de viajé. Todo desparramado por el sofá, la mesa y el suelo, para no tenerme que levantar.
       No te alarmes, no me encuentro mal, sólo cansada; acabo de averigüar, gracias a la quimio, que Zaragoza tiene más calles en cuesta que Lisboa o San Francisco y que la mayoría de ellas se concentran en mi barrio. Noto perfectamente la inclinación de las calles por el esfuerzo que me cuesta caminar; acelero el paso sin darme cuenta cuando voy cuesta abajo y disminuyo el ritmo y respiro con dificultad cuando camino cuesta arriba, acabo resoplando como una morsa. Menos mal que esta sensación sólo me dura unos días; al cabo de una semana aproximadamente me voy recuperando poco a poco, aunque me parece que esta vez me cuesta más volver a una cierta normalidad.
       Hoy he protagonizado un par de incidentes bastante cómicos. El primero ha sido con un vecino, uno de esos señores mayores que presumen de bien conservados y van soltando chistecitos para demostrar lo graciosos que son, especialmente si hay mujeres a su alrededor. Resulta que estaba yo esperando mi turno en la verdulería cuando ha entrado este buen hombre, don Ricardo se llama, y se ha colocado junto a mí; he notado que me miraba con mucha insistencia y de repente me ha soltado con mucho énfasis, para que le oyeran bien todas las señoras que estaban en la tienda:
       _ Qué, vecina, ¿Seguimos celebrando el Carnaval?       Como yo soy un poco lenta en captar los chistes he tardado unos segundos en comprender lo que me decía: se estaba refiriendo a mi gorra, que es un modelito de punto bastante llamativo, pero de eso a insinuarme que iba disfrazada... Si fuera mala me habría arrancado la gorra para enseñarle mi calva delante de  toda la tienda, pero como soy buena chica me he limitado a sonreír sin ganas y a decirle que sí, que me encanta el Carnaval y lo prolongo todo lo que puedo. Después he hecho mis compras y he vuelto a casa, pero he tenido que salir otra vez a los pocos minutos y en el portal me he dado de narices con don Ricardo, que al verme se ha puesto a un paso del infarto, casi no le entendía de tanto como tartamudeaba. Me ha dicho que en la tienda le habían dicho lo de mi enfermedad y que sentía muchísimo el comentario sobre mi gorra, que le disculpara. Luego ha añadido que su segunda mujer (va por la tercera, el muy Barba Azul) murió precisamente de cáncer y que lo último que se le podía ocurrir a él era hacer bromitas sobre esa enfermedad. Al final he tenido que consolarle yo y jurarle de que no me había molestado porque ya suponía que no estaba al tanto de mi situación; el pobre hombre parecía tan horrorizado por su "desliz" que me ha costado bastante quitármelo de encima.
       Y a continuación, porque no se habían terminado aún las meteduras de pata del día, he coincidido en el ascensor con la viuda del sexto piso, que me ha encontrado "estupenda, oiga, parece mentira que tenga usted lo que tiene; pero eso sí, la veo como más.... esterilizada" ¿Que te parece? Señor, qué paciencia hay que tener con la gente, sobre todo con los que quieren ser amables.
       Bueno termino, que voy a prepararme la cena. Durante los días malos me olvido de las recetas saludables y como sólamente las cosas que me apetecen, aunque sean bastante raras. Hoy mi cena consistirá en pimientos rellenos de bacalao, jamón serrano, queso, pepinillos con atún y un yogur con nueces. Ya sé que resulta una mezcla se sabores francamente asquerosa, pero me apetece mucho y ahora me concedo todos los caprichos sin el menor remordimiento, que por algo soy una pobre enferma.
       Hasta otro día. Te mando todo mi cariño, como siempre. ¡Besos!

       Nekane.



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