28 de enero de 2018

49º  CARTA
Julio de 2011

       Querido Pablo:

       Tal y como me avisaron, el dichos tratamiento de radio se va a alargar un poco más de lo previsto. El viernes pusieron un cartel avisando que el lunes cerrarían la Unidad porque tocaba revisión y limpieza de máquinas y hoy hemos tenido avería; también ha habido un incidente bastante cómico por culpa de la dichosa avería, y te lo voy a contar para que te carcajees un poco a mi costa.
       Resulta que ayer terminó su tratamiento nuestro Julio Iglesias y hoy ha llegado un señor nuevo con nombre menos artístico (es un Luis Martínez de lo más vulgar) que ha ocupado la hora que dejaba libre el cantante, o sea, la primera de la mañana delante de mí. Cuando lo han llamado se ha metido en la cabina con la misma cara de haba que ponemos todos el primer día, y para sorpresa de los que esperábamos turno ha pasado casi media hora sin que el señor saliera y sin que me llamaran a mí; era raro porque solemos tardar un cuarto de hora aproximadamente, así que Mª Jesús, la que va detrás de mí, ha vaticinado en plan cenizo:
-       Ya está, seguro que se acaba de cascar la máquina. ¡A ver si la pueden componer y no perdemos la mañana aquí a lo tonto modorro!
       Es una señora muy simpática y comunicativa, pero más de campo que un ababol y la mitad de lo que dice me resulta absolutamente misterioso; por ejemplo, me costó averiguar que el “engranaje” que la habían quitado antes de tiempo era en realidad un drenaje, ya ves qué nivelazo de vocabulario.
       Bueno, pues de pronto ha salido de la cabina a toda prisa el bueno de Luis, en bata y patucos, perseguido por una enfermera que trataba de calmarlo con bastante poco éxito:
-       ¡No se alarme, Luis, que no ha pasado nada! No hemos llegado a empezar la sesión porque le mando no obedece. Ande, vístase y espere aquí fuera, que vamos a llamar al técnico y en cuanto arreglen la avería continuaremos, tranquilícese,
       El pobre hombre parecía estar al borde de un síncope, y no te puedes figurar lo ridículo que resultaba con la bata que le llegaba escasamente a las rodillas, las piernas al aire y los pies enfundados en las bolsas de plástico verde. Mª Jesús, siempre al loro de todas las situaciones, me comentó en un susurro muy poco discreto:
-       Éste debe tener cáncer de próstata, porque va sin calzones. También podría ser de colon, pero no creo porque no le veo la bolsa…
Y se inclinaba para mirarle más de cerca; pensé que le abriría la bata para comprobarlo, pero se contuvo a tiempo. En fin, mientras tanto llegó el técnico, apañó la máquina y volvieron a llamar a Luis; a todo esto se iba amontonando el personal, porque habían llegado dos ambulancias con gente de pueblos de los alrededores y ya casi no cabíamos en la sala de espera.
Pasaron unos minutos, me llamaron a mí y no había hecho mas que meterme en la cabina cuando entró la enfermera y me dijo que volviese a la sala de espera, que la máquina había vuelto a atascarse. Al salir me encontré todo un espectáculo: Luis, todavía en bata y patucos verdes, tirado en el suelo con las piernas en alto y sus vergüenzas semiexpuestas al público; a su alrededor los demás pacientes, dando todos su autorizada opinión sobre el asunto: déjenlo echado, no, levántenlo, háganle aire, apártense que le quitan el oxígeno…
       Cuando se recuperó del mareo, abochornadísimo el pobre, nos explicó que era muy nervioso y que en cuanto entra en un hospital se pone enfermo, pero no le sirvió de nada excusarse porque Mª Jesús ya lo había catalogado: es un caguetas y además un gafe. Pobre hombre, vaya debut que ha tenido.

       Mientras avisaban otra vez al técnico y nos confirmaban si había o no sesión, me entretuve comparando rojeces con las otras señoras “destetadas” y yo soy la que tiene la piel menos quemada; la tengo sonrosada, como si acabara de tomar el sol, pero apenas me molesta. ¡Es que tengo un pellejo de lo más resistente! Y como la cosa se alargaba, me fui a tomar un café con Paco, mi pretendiente oficial. Ah ¿no te lo había contado?
Pues parece que he hecho una conquista, así, sin esforzarme ni pretenderlo, para que veas. Es un “mozo viejo” prostático, sesentón y forrado, propietario de casas, tierras y máquinas. Según la inefable Mª Jesús, que es del mismo pueblo, todo un partidazo, y más desde que se murió su madre. ¡Soltero, hijo único y huérfano, menudo chollo!
       En fin, chismorreos aparte, hoy nos hemos quedado sin tratamiento y eso significa que terminaremos dos días más tarde, si hay suerte y la máquina no vuelve a estropearse.
       ¡Ay, casi se me olvida con tantas emociones!
       ¡Feliz Santo, y perdona el retraso! Aunque los jóvenes ya no celebran las “onomásticas”, como decían nuestros abuelos, los chicos de nuestra edad aún nos acordamos y hacemos algún pequeño festejo. Seguramente será porque nosotros tenemos nombres corrientes del Santoral, la gente que se llama Kevin, Vanessa, Dayana o Jennifer lo tienen mucho más difícil.
      
       Repito: muchas felicidades y muchos regalos, que pases un día estupendo


Abrazos y besos para tí


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