28 de enero de 2018


45º  CARTA
Junio de 2011

       Querido Pablo:

       ¡Esta mañana he comenzado la radioterapia! ;e han dado hora a las ocho y media y por una parte me fastidia tener que madrugar, ya sabes lo mucho que me cuesta, pero por otra parte reconozco que estando en verano y en nuestra tórrida Zaragoza será mucho mejor emprender la caminata hasta el hospital a primera hora de la mañana. He calculado que si todo va bien y no hay retrasos terminaré el tratamiento el día dieciocho de julio, fecha gloriosa dónde las haya. Esperemos que sea así.
       Llevo todo el día mirándome y tocándome la zona radiada, pero no me noto nada especial, ni escozor, ni picor, ni rojeces; ya veremos cómo va evolucionando el asunto. Yo, por si acaso, cumplo dócilmente todas las instrucciones que me dieron: antes de la sesión me ducho con un gel de PH neutro, no uso esponja ni manopla y no me aplico ni desodorantes ni colonias. Cuando vuelvo del hospital me lavo otra vez con agua tibia (como puedes comprobar, estoy más limpia que una patena) y me doy una crema especial que vale un pastón, hijo mío: veinticinco euros un frasco de doscientos mililitros que me durará ocho o diez días.
       Estar cancerosa cuesta una verdadera fortuna, entre pelucas, sujetadores y bañadores especiales, geles, cremas, pastillas, inyecciones, colutorios… Claro que me ahorro la peluquería y los depilatorios, y de ahora en adelante también los desodorantes y perfumes, pero no creo que compense.
       Bueno, te cuento cómo me ha ido esta mañana. La sesión de radio ha durado veinte minutos porque era la primera y tenían que explicarme en qué consiste la prueba, darme un montón de instrucciones y hacerme unas radiografías, no sé para qué. Luego la sesión en sí, ha consistido en tumbarme sobre una camilla bastante rara y enorme, desnuda de cintura para arriba, con las piernas un poco elevadas y los brazos alrededor de la cabeza; he visto que me acercaban al pecho una pantalla muy grande y he cerrado los ojos porque me estaba empezando a dar bastante miedo, así que a partir de ese momento no he vista nada, sólo oía. He estado escuchando al técnico dar unas instrucciones la mar de raras: decía equis ciento uno, y menos cinco, ceta noventa y ocho y altura sesenta y siete. ¡¡¿?!! ¡Parecía que iban a disparar un misil!
       Luego la máquina ha girado a mi alrededor dando pitidos y en poco más de un minuto había terminado y me mandaban a vestirme. Se tarda mucho más en los preparativos que en la sesión propiamente dicha y no se nota absolutamente nada, ni siquiera algo de calor, nada de nada. En fin, una menos ¡ya sólo quedan veinticuatro..!

      

       Al salir del hospital me he encontrado con una señora que coincidió conmigo en los dos últimos goteros y con la que tomé café una mañana mientras hacíamos tiempo para la consulta con la oncóloga; nos hemos parado a charlar y me ha dejado perpleja. Resulta que esta mujer tenía un tumor de los más agresivos y ocho ganglios afectados, pero le han quitado sólo el tumor sin eliminar el resto de la mama y le van a dar seis sesiones de quimio y quince de radio.
Y en cambio a mí, que tenía un tumor “de agresividad media muy encapsulado” y sólo dos ganglios afectados, me recomiendan quitar la mama entera y me ponen más quimio y más radio que a ella.
       La señora (no sé cómo se llama) me juraba y perjuraba que no había opinado, que aceptó sin rechistar todo lo que le dijo su médico y que incluso le preguntó si era conveniente la mastectomía radial y el cirujano le dijo muy convencido que ni hablar, que no hacía falta. Un poco raro ¿no?
      
       A ver, no pienses que me estoy quejando de lo que me hacen a mí, yo no entiendo de estos asuntos y estoy conforme con todo, pero no comprendo los criterios que siguen los médicos; debe ser eso del maestrico y el librico, ya sabes.

      
       Ya te iré contando como siguen mis sesiones de radio y si me voy pareciendo al bendito San Lorenzo cuando lo retiraron de la parrilla.

       Hasta pronto, un abrazo muy grande





P.D.: Sigo con retención de líquidos. Tengo los brazos y las piernas muy hinchados, sobre todo por las tardes, y los pies como dos botijos. Ya, ya lo sé: paciencia… Gracias por tu interés. Besos.



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