28 de enero de 2018

35º  CARTA
Abril de 2011

       Querido Pablo:

       ¡Qué sorpresa me llevé ayer al recibir tu carta! Por un momento se me puso la carne de gallina imaginándome algo malo (¡¡un cáncer de próstata!!) ya que la primera carta que yo te mandé fue para anunciarte mi enfermedad, pero por suerte tú estas hecho un geranio y has salido estupendo en las fotos. ¡Y qué mata de pelo tienes, condenado, qué envidia mala me das!
       Bueno, te cuento cosas, mejor dicho, "cositas",  porque no ha pasado nada importante; menos mal, porque las últimas novedades han sido pésimas, mejor que reine la más absoluta monotonía y pasen los días sin sobresaltos.
       Ayer me levanté con ánimo coquetuelo y decidí de repente mejorar mi look y prepararme para afrontar airosamente el buen tiempo. Pensé que ya era hora de jubilar los sujetadores que me regalaron las señoras de la A.E.C.C. cuando estaba en el hospital, un modelito muy práctico pero feísimo, e ir a probarme diseños más favorecedores. Ha llagado también el momento de reclamarle a la Seguridad Social la prótesis externa a la que tengo derecho, como honrada contribuyente que soy desde hace muchos años.
       Te estarás preguntando qué diablos he llevado hasta ahora dentro del sujetador ¿no?, pero como eres muy discreto no serás capaz de hacerme esa pregunta. Pues mira, como yo me he vuelto una auténtica desinhibida te lo voy a contar, eso sí, confiando en que me guardarás el secreto porque resulta un poco (bastante) ridículo: me ponía una especie de relleno de fibra acrílica semejante al de los almohadones, pero también he echado mano en alguna ocasión de un par de medias viejas enrolladas e incluso de un calcetín de algodón hecho una bola. Es que en invierno suelo ir enfundada en tres o cuatro capas de ropa y no se notaba en absoluto lo que llevaba metido en el sujetador; con que fuera un bulto de tamaño similar al del pecho "bueno" ya me servía, pero creo que ya va siendo hora de que me adecente un poco más. También decidí probarme bañadores, porque tengo intención de irme a la playa lo antes posible y con esas prendas más sueltas no se pueden llevar unos rellenos tan cutres como los que he lucido hasta el momento.
       Así que fui a una ortopedia dispuesta a encontrar unos sujetadores y una prótesis adecuada y no creas que no fue una cosa fácil, no. Primero me midieron y pesaron, y una vez decidida la talla me enseñaron varios modelos de todo, sujetadores y prótesis; de estas últimas había dos y yo escogí la más sencillita, una que se mete dentro del forro del sujetador sin más complicación, pero había otro modelo más sofisticado que se adhería a la piel con una especie de ventosas y permitía llevar sujetadores normales. Me pareció muy poco fiable, pensé que si me inclinaba bruscamente se me podía salir la prótesis por el escote, figúrate qué espectáculo más lamentable. Además necesitaba una puesta en escena la mar de laboriosa, estoy segura de que me costaría un buen rato colocármela y encima seguro que me la pondría torcida o desnivelada.
               No te asustes, que el tema del bañador se resolvió con mucha más rapidez porque yo gasto una 40 escasa y sólo fabrican dos o tres modelos de esa talla. Parece que los fabricantes piensan que únicamente tienen cáncer de mama las señoras gordas, cosa que no entiendo porque hasta ahora no se ha relacionado este tipo de cáncer con la obesidad o el sobrepeso.
       Bueno, enseguida encontré dos bañadores que no estaban mal (ni bien, pero ya te digo que había poquísimo para elegir) y me encuentro preparada para deslumbrar este verano; solo falta que por esas fechas esté curada y tenga ganas de lucir palmito.
       Nada más llegar a casa he tirado a la basura los sujetadores feos y he estrenado uno nuevo, con la flamante prótesis bien colocada. La verdad es que la ropa sienta mucho mejor así, pero me he quedado algo escocida por el precio; he gastado un dineral y la prótesis está subvencionada por la Seguridad Social, pero los sujetadores y los bañadores no.

                                     *       *      *

       He releído la carta y estaba apunto de decirte que a veces me olvido de tu condición masculina y te cuento cosas que sólo pueden interesar a otra mujer, pero tal vez el comentario te parezca algo ofensivo. No me olvido en ningún momento de quién eres, faltaría más, pero me pongo a contarte mis cosas y me sale todo sin disimulo ni censura previa. Tómatelo como un elogio, piensa que cuando te escribo me siento tan relajada y a gusto que voy soltando todo tal y como me pasa por la cabeza; es como si estuviera en la consulta de un psicólogo o psiquiatra, pero mucho mejor porque además de ser gratis tengo todo el tiempo que quiero para explayarme y encima tú me llamas al cabo de unos días para darme opiniones, consejos y muchos ánimos.
       Buenas noches y Gracias por tu enorme paciencia. Recibe un grandísimo abrazo de tu poco pudorosa amiga.

       Nekane.


P.D._ No te lo iba a contar, pero voy a ser del todo sincera contigo: cuando estaba en el probador de la ortopedia he tenido un bajón de ánimo y me he puesto a llorar. No ha sido nada, cinco minutos escasos de lágrimas y mocos; me he recuperado enseguida, pero es que al verme reflejada en los espejos me he sentido tan mal....No te asustes, ya estoy otra vez animada. Besos para tí, con todo mi cariño.




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