18ª CARTA
Querido
Pablo:
Esta
va a ser una carta rebosante de frivolidad, no vas a encontrar en ella ni una
sola idea profunda ni un sentimiento elevado, al contrario, sólo verás en estas
páginas observaciones insustanciales y superficialidad a chorros. Te lo
advierto, si tú tienes hoy un día metafísico harás muy bien en tirar la carta a
la basura directamente, sin molestarte en leerla porque voy a contarte en ella
con todo lujo de detalles mis explicaciones en busca de pelucas, gorros,
boinas, turbantes y toda clase de cubrecabezas medianamente airosos y
favorecedores.
Ya sé que resultara un poco prematuro, porque
ni siquiera he comenzado la quimioterapia, pero me da auténtico terror pensar
que se me empiece a caer el pelo de pronto
y no tenga nada preparado para taparme la calva, así que me dedico a
traquetrear a mi hermana y a mi sufrida amiga Pepa de tienda en tienda buscando
tocados glamurosos que vayan con mi personalidad.
Fuimos
primero a una peluquería que me habían recomendado como la mejor en su género,
especializadísima en señoras quimiadas, y salí de allí francamente molesta al
ver como hacen negocio algunas personas a costa de la desgracia ajena. Las
pelucas que hacen ellos son de pelo natural y van fijas, pegadas a la cabeza
con silicona, o sea que no te las puedes quitar para nada, ni para dormir ni
para ducharte. El proceso es así: en cuanto notas que se te empieza a caer el
pelo les pides cita urgente y te rapan la cabeza, te colocan la peluca
(preparada y pagada previamente, por supuesto) y cada ocho o diez días acudes
allí para que te la despeguen, te acondicionen el cuero cabelludo con unos
cuantos tratamientos especiales (y caros) y te
laven y peinen la peluca. Total, que te soplan mil quinientos euros por
el bisoñé (doscientas cincuenta mil pesetas de las de antes) y cuarenta euros,
o sea, más de seis mil pesetas, por cada sesioncita de peluquería. Me pareció
un auténtico robo, qué quieres que te diga.
El
peluquero explicó, con muchísima labia, que ellos hacen todo lo posible por evitar
a sus clientas traumas horripilantes; llegamos allí con nuestro pelo y salimos
con peluca incrustada, sin haber pasado el shock de vernos calvas ya que
ninguna sala ni cabina tiene espejos.
Si,
todo muy bien organizado, pero lo encuentro carísimo, y además vive una
pendiente del dichoso peluquín; tampoco me gustaba la idea de no podérmelo
quitar para ducharme y para estar cómoda en casa cuando no haya nadie al
rededor, y me parecía horrible tener que dormir con la peluca encasquetada.
Nos
fuimos de allí discutiendo, unas a favor y otras en contra, pero no descarto
nada todavía, aún no me he decidido. Otra tarde fuimos a una peluquería
bastante más modesta y allí me enseñaron una pelucas mucho más baratas y
sencillas: de pelo sintético, no pesan nada (las otras sí, parecían morriones
de la guardia Real inglesa), se lavan en casa y se secan en un par de horas.
Además se pueden quitar y poner fácilmente, no necesitan tratamientos
especiales y si quiero que me la retoquen y me acondicionen el cuero cabelludo
me cobran justo la mitad que la otra peluquería.
Y
ya por último, fuimos a una tercera que resultó ser el término medio entre las
otras dos. Las pelucas eran también de quita y pon y sintéticas, algo más caras
pero más bonitas (según mi hermana, las de la peluquería "barata"
parecían boinas peludas) y había una variedad impresionante de modelos y
colores. La peluca costaba allí trescientos cincuenta euros y te regalaban una
cabecita de plástico para ponerla cuando no la usas, champú y acondicionador
para pelo sintético y bonos para cuatro sesiones gratuitas de peluquería,
consistentes en rapado de cabeza (si hace falta) y masaje, lavado y
acondicionamiento del bisoñé. Creo que al final me decidiré por ésta, pero aún
no lo sé.
También
he arrastrado a la pobre Pepa varias tardes para buscar gorras en las boutiques
de complementos y me he comprado dos para la calle, con bufanda y guantes a
juego; también he comprado unos pañuelos de algodón para estar por cada fresca
cuando empiece el buen tiempo.
Seguro
que te estará pareciendo todo esto una bobada, pero yo creo que el hecho de
preocuparme de todos estos detalles me hacen bien, me tranquiliza y así me da
la impresión de tenerlo todo organizado y de controlar la situación. Me siento
más segura pensando que no me va a pillar nada por sorpresa, que sé lo que va a
sucederme y estoy preparada para sobrellevarlo. En fin, ya veremos cómo
reacciono cuando ase de la teoría a la práctica y tenga que enfrentarme a las
molestias de la quimio; espero soportarlas con buen ánimo y sin darle el tostón
a nadie. De momento sigo tranquila, así que no te preocupes, llama cuando
puedas y hasta entonces te mando un gran abrazo.
Nekane
P.D.
_ Repito: si esta carta tan frívola te aburre, la tiras a la basura y te
olvidas de ella. Ya te escribiré otras más profundas y filosóficas, no te
preocupes. Un beso.
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