21 de mayo de 2017

18ª CARTA

        Querido Pablo:
        Esta va a ser una carta rebosante de frivolidad, no vas a encontrar en ella ni una sola idea profunda ni un sentimiento elevado, al contrario, sólo verás en estas páginas observaciones insustanciales y superficialidad a chorros. Te lo advierto, si tú tienes hoy un día metafísico harás muy bien en tirar la carta a la basura directamente, sin molestarte en leerla porque voy a contarte en ella con todo lujo de detalles mis explicaciones en busca de pelucas, gorros, boinas, turbantes y toda clase de cubrecabezas medianamente airosos y favorecedores.
         Ya sé que resultara un poco prematuro, porque ni siquiera he comenzado la quimioterapia, pero me da auténtico terror pensar que se me empiece a caer el pelo de pronto  y no tenga nada preparado para taparme la calva, así que me dedico a traquetrear a mi hermana y a mi sufrida amiga Pepa de tienda en tienda buscando tocados glamurosos que vayan con mi personalidad.
        Fuimos primero a una peluquería que me habían recomendado como la mejor en su género, especializadísima en señoras quimiadas, y salí de allí francamente molesta al ver como hacen negocio algunas personas a costa de la desgracia ajena. Las pelucas que hacen ellos son de pelo natural y van fijas, pegadas a la cabeza con silicona, o sea que no te las puedes quitar para nada, ni para dormir ni para ducharte. El proceso es así: en cuanto notas que se te empieza a caer el pelo les pides cita urgente y te rapan la cabeza, te colocan la peluca (preparada y pagada previamente, por supuesto) y cada ocho o diez días acudes allí para que te la despeguen, te acondicionen el cuero cabelludo con unos cuantos tratamientos especiales (y caros) y te  laven y peinen la peluca. Total, que te soplan mil quinientos euros por el bisoñé (doscientas cincuenta mil pesetas de las de antes) y cuarenta euros, o sea, más de seis mil pesetas, por cada sesioncita de peluquería. Me pareció un auténtico robo, qué quieres que te diga.
        El peluquero explicó, con muchísima labia, que ellos hacen todo lo posible por evitar a sus clientas traumas horripilantes; llegamos allí con nuestro pelo y salimos con peluca incrustada, sin haber pasado el shock de vernos calvas ya que ninguna sala ni cabina tiene espejos.
        Si, todo muy bien organizado, pero lo encuentro carísimo, y además vive una pendiente del dichoso peluquín; tampoco me gustaba la idea de no podérmelo quitar para ducharme y para estar cómoda en casa cuando no haya nadie al rededor, y me parecía horrible tener que dormir con la peluca encasquetada.
        Nos fuimos de allí discutiendo, unas a favor y otras en contra, pero no descarto nada todavía, aún no me he decidido. Otra tarde fuimos a una peluquería bastante más modesta y allí me enseñaron una pelucas mucho más baratas y sencillas: de pelo sintético, no pesan nada (las otras sí, parecían morriones de la guardia Real inglesa), se lavan en casa y se secan en un par de horas. Además se pueden quitar y poner fácilmente, no necesitan tratamientos especiales y si quiero que me la retoquen y me acondicionen el cuero cabelludo me cobran justo la mitad que la otra peluquería.
        Y ya por último, fuimos a una tercera que resultó ser el término medio entre las otras dos. Las pelucas eran también de quita y pon y sintéticas, algo más caras pero más bonitas (según mi hermana, las de la peluquería "barata" parecían boinas peludas) y había una variedad impresionante de modelos y colores. La peluca costaba allí trescientos cincuenta euros y te regalaban una cabecita de plástico para ponerla cuando no la usas, champú y acondicionador para pelo sintético y bonos para cuatro sesiones gratuitas de peluquería, consistentes en rapado de cabeza (si hace falta) y masaje, lavado y acondicionamiento del bisoñé. Creo que al final me decidiré por ésta, pero aún no lo sé.
        También he arrastrado a la pobre Pepa varias tardes para buscar gorras en las boutiques de complementos y me he comprado dos para la calle, con bufanda y guantes a juego; también he comprado unos pañuelos de algodón para estar por cada fresca cuando empiece el buen tiempo.
        Seguro que te estará pareciendo todo esto una bobada, pero yo creo que el hecho de preocuparme de todos estos detalles me hacen bien, me tranquiliza y así me da la impresión de tenerlo todo organizado y de controlar la situación. Me siento más segura pensando que no me va a pillar nada por sorpresa, que sé lo que va a sucederme y estoy preparada para sobrellevarlo. En fin, ya veremos cómo reacciono cuando ase de la teoría a la práctica y tenga que enfrentarme a las molestias de la quimio; espero soportarlas con buen ánimo y sin darle el tostón a nadie. De momento sigo tranquila, así que no te preocupes, llama cuando puedas y hasta entonces te mando un gran abrazo.


        Nekane


        P.D. _ Repito: si esta carta tan frívola te aburre, la tiras a la basura y te olvidas de ella. Ya te escribiré otras más profundas y filosóficas, no te preocupes. Un beso.





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