8 de diciembre de 2016

Cartas de una cancerosa


 3ª Carta

Querido Pablo:

Cómo te gusta que te regale el oído, amigo mío. Es que no falla, cada vez que hablamos por teléfono me haces la misma pregunta: ¿ por qué me has elegido a mí como depositario  de tus confidencias cancerosas? Te lo he explicado ya, pero como no pareces muy convencido voy a exponerte mis razones bien detalladas, para que conste y quede clarísimo. Ahí van:
                 Primera razón: eres mi mejor amigo, el que más confianza me ha inspirado siempre.
             Segunda razón: nos conocemos a fondo y nunca hemos discutido realmente en serio.
                   Tercera razón: hemos compartido infancia, juventud, madurez y llevamos camino (ESO ESPERO) de compartir vejez.
                 Cuarta razón: eres como John Wayne, "el hombre tranquilo". Estoy segura de que, a pesar de que estés preocupado por mí, te comportarás de forma práctica y razonable, serás cariñoso sin caer en sentimentalismos lacrimógenos y permanecerás sereno aunque la precesión vaya por dentro. ¿A qué sí?

Además he encontrado en mi famoso cuaderno de citas, ésa que te hace a ti tanta gracia, una de la más apropiada. Va por usted, como en los toros:

"Solo se puede estar verdaderamente a gusto con aquellas personas a las que podemos decir cualquier cosa que se nos ocurra y a la que ellas contestan en el mismo tono, sabiendo que no habrá ni malos entendidos ni análisis posteriores o reproches”

Resumiendo, que todos estos motivos te han convertido en mi confidente y estoy segura de que me va a ser de gran ayuda poderte contar todo lo que me sucede; espero que a ti te agrade recibir mis cartas y no me convierta en un latazo, te prometo que intentaré ser amena y optimista.
Bueno, vamos a hablar de otra cosa, que me estoy poniendo un poco blandengue: me operan dentro de tres días, el miércoles veintisiete. Estoy asustada y enfadada, todo a la vez, porque no hay derecho a que tengamos esta maldición encima las mujeres de mi familia. Por la rama materna ya somos nueve las afectadas por esta enfermedad, y la palma nos la llevamos en mi casa con las tres mujeres afectadas del mismo mal. ¡Hay que fastidiarse, hombre!
Mi prima Laura, que suele expresarse con bastante crudeza, ha resumido la situación de forma insuperable:
¡Sobre esta familia ha caído una maldición que consiste en que a ninguna mujer la entierren con las dos tetas!

Sin comentarios.

¡Hasta la próxima charla! Recibe mientras un gran abrazo de tu enrabiada amiga.




Nekane

No hay comentarios:

Publicar un comentario