26 de octubre de 2017

29º CARTA


Febrero de 2011

        Querido Pablo:
        Hoy no debería escribirte, es el día menos apropiado para hacerlo, pero me he acostumbrado durante estos casi cuatro meses (¡ya!) a contarte todas mis cosas, buenas y malas; es casi un reflejo pauloriano, no puedo evitar pensar " esto se lo contaré a Pablo" cuando me sucede algo digno de mención.
        Hoy es mi cumpleaños. Aparte de que cumplir sesenta y dos años no es precisamente para dar saltos de alegría, he estado acordándome del cumpleaños anterior y me he puesto muy triste, la verdad. El año pasado tuve nada menos que cuatro celebraciones: con la familia, con los compañeros de trabajo, con mis amigas las divorciadas y con un amigo especial que ahora ya no está conmigo. Bueno, estar sigue estando, quiero decir que no se ha muerto de repente ni hemos dejado de hablarnos, pero la situación ha cambiado por completo, y no para mejorar precisamente. Por lo visto hay relaciones que sólo pueden florecer en buena tierra y con clima benigno, que no están preparadas para soportar las dificultades, la enfermedad, las mastectomías radicales, la alopecia... Ya me entiendes ¿verdad?, no hace falta que te de más explicaciones. Además prefiero no hablar de ello porque todavía me escuece, aunque para ser totalmente sincera debo confesar que me ha dolido menos de lo que me temía al principio. Me figuro que se debe a estoy tan centrada en superar el tratamiento, curarme y volver a mi vida normal que doy menos importancia a otras cosas. Instinto de supervivencia, supongo.
        La semana pasada estuve poniendo al día una agenda con las direcciones y teléfonos de mis parientes y amigos, y me dio por pasarles revista y hacer una especie de clasificación, poniendo en una columna a los que me llaman frecuentemente y me acompañan y en otra a los que han pasado de mí olímpicamente. Qué arpía amargada y rencorosa me he vuelto ¿verdad?. Pues tal vez si, pero lo que me llamo la atención fue que pude comprobar que se están preocupando mucho por mí personas de las que no esperaba tanta atención y afecto y me están fallando lamentablemente otras que yo pensaba que me iban a dar mucho más apoyo. Bueno, siempre me quedará París, es decir, ese pequeño grupo de incondicionales que nunca, nunca me habéis fallado. Tú marchas triunfalmente a la cabeza de esos elegidos, aunque acabo de darme cuenta de que son las nueve de la noche y aún no me has felicitado. ¡A ver si te cambio de columna y acabas el día en la lista negra!
        Voy a terminar aquí la carta. Al final no me ha salido demasiado negativa, creo que podrás soportarla sin preocuparte.
        Hasta otro día, un beso para tí de esta pobre anciana enferma y abandonada.

        P.D.- Son las diez de la noche y acabas de felicitarme, así que continuas encabezando la lista blanca de las buenas personas. ¡Un abrazo muy grande!



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