Febrero de 2011
Querido Pablo:
Hoy no debería escribirte, es el día
menos apropiado para hacerlo, pero me he acostumbrado durante estos casi cuatro
meses (¡ya!) a contarte todas mis cosas, buenas y malas; es casi un reflejo
pauloriano, no puedo evitar pensar " esto se lo contaré a Pablo"
cuando me sucede algo digno de mención.
Hoy es mi cumpleaños. Aparte de que
cumplir sesenta y dos años no es precisamente para dar saltos de alegría, he
estado acordándome del cumpleaños anterior y me he puesto muy triste, la
verdad. El año pasado tuve nada menos que cuatro celebraciones: con la familia,
con los compañeros de trabajo, con mis amigas las divorciadas y con un amigo
especial que ahora ya no está conmigo. Bueno, estar sigue estando, quiero decir
que no se ha muerto de repente ni hemos dejado de hablarnos, pero la situación
ha cambiado por completo, y no para mejorar precisamente. Por lo visto hay
relaciones que sólo pueden florecer en buena tierra y con clima benigno, que no
están preparadas para soportar las dificultades, la enfermedad, las
mastectomías radicales, la alopecia... Ya me entiendes ¿verdad?, no hace falta
que te de más explicaciones. Además prefiero no hablar de ello porque todavía
me escuece, aunque para ser totalmente sincera debo confesar que me ha dolido
menos de lo que me temía al principio. Me figuro que se debe a estoy tan
centrada en superar el tratamiento, curarme y volver a mi vida normal que doy
menos importancia a otras cosas. Instinto de supervivencia, supongo.
La semana pasada estuve poniendo al día
una agenda con las direcciones y teléfonos de mis parientes y amigos, y me dio
por pasarles revista y hacer una especie de clasificación, poniendo en una
columna a los que me llaman frecuentemente y me acompañan y en otra a los que
han pasado de mí olímpicamente. Qué arpía amargada y rencorosa me he vuelto
¿verdad?. Pues tal vez si, pero lo que me llamo la atención fue que pude
comprobar que se están preocupando mucho por mí personas de las que no esperaba
tanta atención y afecto y me están fallando lamentablemente otras que yo
pensaba que me iban a dar mucho más apoyo. Bueno, siempre me quedará París, es
decir, ese pequeño grupo de incondicionales que nunca, nunca me habéis fallado.
Tú marchas triunfalmente a la cabeza de esos elegidos, aunque acabo de darme
cuenta de que son las nueve de la noche y aún no me has felicitado. ¡A ver si
te cambio de columna y acabas el día en la lista negra!
Voy a terminar aquí la carta. Al final
no me ha salido demasiado negativa, creo que podrás soportarla sin preocuparte.
Hasta otro día, un beso para tí de esta
pobre anciana enferma y abandonada.
P.D.- Son las diez de la noche y acabas
de felicitarme, así que continuas encabezando la lista blanca de las buenas
personas. ¡Un abrazo muy grande!
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