6 de abril de 2017

12ª CARTA

Querido Pablo:

¿Eureka! ¿Ayer me quitaron el drenaje!. No te puedes figurar la sensación de libertad de movimientos que tengo ahora, me parece mentira lo que podía llegar a molestarme el dichoso artefacto. Y esta noche ¡Por fin! podré dormir de costado, que hasta ahora, solo podía ponerme boca arriba, con la botella del drenaje en el suelo y el tubo colgando; no quieras saber las maniobras que hacía al entrar y salir de la cama para ir al baño.
Bueno, te cuento ahora lo de la operación, aunque no hay mucho que contar porque no me enteré de nada. Pese a mi avanzada edad, no me habían puesto nunca anestesia general y no tenía la menor idea de cómo iban a ser las cosas, así que aun me parece increíble, como de ciencia-ficción todo este asunto. Recuerdo que estaba en la camilla, que vino el anestesista (con gorro de los Simpson, por cierto) y me puso una vía en la muñeca; sé que estábamos hablando con toda normalidad de viajes y de vacaciones, que de pronto me preguntó como me encontraba y que al contestarle yo, algo sorprendida, que muy bien, gracias, me explico que ya estaba operada y me iban a subir a la habitación para que viera a la familia.

Increíble, en serio. Ya sé que suena de lo más cateto, pero no puedo no puedo entender que estuviera totalmente consciente y al cabo de un momento (un momento que duró cuatro horas y media) me encontrara ya operada y sin ningún recuerdo o sensación. ¡Pura magia! Será, como dice la zarzuela, que "hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad"...

El postoperatorio no fue bueno ni malo, fue inexistente, no tuve ninguna molestia y ni siquiera me dolió la herida; pude dormir toda la noche de un tirón y al día siguiente me quitaron el gotero de los antibióticos y uno de los dos drenajes, me dejaron sólo el de la axila, ese que me ha acompañado durante tres semanas, el muy c.....

Tuve unos días de hospital muy animados y con muchas visitas, porque mi compañera de celda y yo las compartimos amigablemente, así que mi hijo confraternizó con la nieta de la señora Felisa, que era de su edad, mi hermana apuntó una receta de paté casero que le proporciono una de sus primas de Ejea y yo charlé bastante con la hija mayor.

Por cierto, mi pobre compañera pasó a ser conocida como "La Mofeta" por mis visitantes, ya que cada vez que las enfermeras le cambiaban la bolsa en la que, digámoslo finamente, "evacuaba", apestaba de una horrible toda la habitación; las visitas huían al pasillo despavoridas y no entraban hasta que el ambiente volvía a ser respirable. pero yo tuve que aguantar el primer día sin poder moverme de la cama. La primera vez lo soporté estoicamente, pero después me deje de cortesías y me capuzaba debajo de las sábanas hasta que alguien me avisaba que ya podía emerger sin asfixiarme. Eso (que no era culpa de nadie, por supuesto) y la obsesión de poner la tele sin falta a alas ocho de la mañana para ver las noticias del telediario regional son las únicas pegas que le puedo poner a la pobre señora, que por lo demás era muy agradable, tuve suerte.

En cambio a mi hermana le tocó una compañera de habitación mucho más original: una gitana a la que habían operado de un tumor en la matriz. Yo me quede por la noche y creo que no volveré a presenciar en mi vida un espectáculo más estrafalario. En primer lugar no hubo manera de echar a sus acompañantes, que debían ser los integrantes de la tribu al completo: madre, hijos, marido, varios primos y un patriarca con sombrero de ala ancha y vara. El personal sanitario, completamente derrotado, se batió en retirada abandonándonos a mi hermana y a mí en aquel manicomio, hasta que a las cuatro de la madrugada la gitana anunció que se iba a su casa y efectivamente, se largó a su casa en bata y con los tubos, bolsas y drenajes a cuestas, entre los chillidos, protestas y discusiones e todos, porque cada pariente opinaba algo distinto y lo hacían todos a grito pelado. Era como una película Española de los años cincuenta., del estilo de "Bienvenido, Mr. Marshall" o "Cándido", pero rodada a un palmo de nuestros pies. Yo me divertí mucho, francamente, pero mi pobre hermana, recién operada de su cáncer de mama, debía estar completamente agotada.

Oye, me he extendido una barbaridad, lo dejo aquí. Hablando de películas, he visto la última de los Coen y no me ha parecido tan buena como dicen las críticas; claro que
a mí los "refritos" de los clásicos no suelen gustarme, prefiero casi siempre la versión antigua, la original.


Un gran abrazo de tu liberada amiga


Nekane.

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